sábado, 22 de mayo de 2021

capítulo trece

CAPÍTULO TRECE.

Incapaz de integrar al monólogo interior que hace Camilo en este capítulo toda la información necesaria para entender el clímax dramático que vive mientras maneja el Moscovich blanco en un  viaje hacia La Habana bajo un torrencial aguacero,  es que  decido ofrecer un resumen de lo que le ha ocurrido en los dos  últimos años a cada uno de los personajes a su alrededor.

   Terminé el capítulo anterior con Ángel, y comienzo este  con él. Ángel se casó en Rusia con una cubana estudiante de  teatro, e influenciado por el proceso de democratización  capitalista que vivía ese país, decidió junto a su esposa, no  volver de nuevo a Cuba. Después de discutir su trabajo de  Master el diez de enero de mil novecientos noventa y cinco,  viajó a Suecia, país que le sirvió de trampolín para tres  meses después seguir a España.

   Un año y medio sin trabajo fijo y abandonado por su mujer  para irse con un empresario teatral, fueron razones  suficientes para no querer quedarse allí. En Cuba comenzaron  a sospechar de su difícil situación económica por un percance ocurrido a Miguel, su gemelo, con una turista madrileña,  quien le aseguró que su cara y su cuerpo desnudo los había  visto en la revista española Men's Lady.

   A solicitud de Tamara, los hijos de Camilo en los Estados  Unidos ayudaron a Ángel a trasladarse a ese país donde  actualmente trabaja como traductor de ruso y operador de  máquina en una empresa de Internet y espera una decisión  gubernamental que le permita iniciar la reválida de su título  de ingeniero.  

   La relación de su mujer con el empresario teatral no le ofreció las posibilidades artísticas ni afectivas esperadas  por ella, por lo que acude de nuevo a Ángel; este la perdona  y comienza los trámites para que se le reúna en los Estados  Unidos. En ese tiempo se hace pública la noticia de que el  examante de la actriz era portador del virus del SIDA.  Actualmente ella se encuentra sometida a investigaciones médicas para determinar su posible contagio, y toda la familia  está pendiente de la decisión final que tome Ángel ante esta  nueva situación.

   Camilo Alberto considera a Ángel un traidor a la Patria y  no ha querido tener ningún tipo de comunicación con este, ni  permite que en su presencia se hable del que otrora fuera su  hijo preferido, pero me confesó estar en conocimiento de todo  lo que le ocurre, y preocupado por lo que este pueda decidir  con su vida futura.

   A quien único le permitió que en una ocasión se refiriera  a Ángel, fue a su hijo Ernesto. Tamara le pidió a este que ayudara a su hijo a salir de España, y Ernesto, no queriendo que el padre se disgustara con él, le escribió una extensa carta explicándole las razones por las que consideraba debía  contribuir económicamente a costear los trámites legales,  pagar el boleto de viaje e instalar a Ángel en la Florida, ya  que sabiendo su actitud ante ese asunto, él hubiera preferido  mantenerse alejado, pero "Ángel es hijo de Tamara", terminaba  diciéndole, "y las circunstancias obligan". Camilo se limitó  a responderle que obrara según su conciencia considerara.  

   Ernesto es ministro presbiteriano en una iglesia de Cayo Hueso y allí organizó un comité de ayuda a Cuba y en contra  del bloqueo norteamericano a la isla, ello fue motivo de que  perdiera a muchos de sus feligreses y de que reciba constantes amenazas por parte de los innumerables grupos  contrarrevolucionarios que operan en la Florida.  Recientemente fue agredido por una banda de provocadores que  le causaron múltiples lesiones leves; no obstante, fue él el  acusado de crear disturbios y espera se le someta a juicio,  en el que está seguro le impondrán el pago de una cuantiosa  multa. Ernesto va a aprovechar su presencia ante el tribunal  para denunciar la complicidad de las autoridades locales con  los grupos terroristas contrarrevolucionarios. En su contra,  hay una fuerte campaña en la prensa escrita, la radio y la  televisión de la Florida.

   Tamara fue autorizada por su núcleo del Partido Comunista  de Cuba a viajar a la Florida en visita familiar, no así por  la Rectora de su institución laboral. Ya tiene fecha fijada para la entrevista en la Oficina de Intereses de los Estados  Unidos en La Habana para solicitar la visa. Si se la  conceden, tendrá que renunciar a su puesto de profesora del Instituto Superior Pedagógico y buscar ubicación laboral en  cualquier otro centro que le apruebe viajar, pues ello es  indispensable para comenzar entonces a tramitar en las  oficinas cubanas de Emigración el autorizo de salida temporal  del país.

   Por este posible viaje de Tamara a Miami, entre ella y  Camilo han surgido desagradables discrepancias. Él, aunque no le niega el derecho de ir a ver a su hijo, le critica que lo  haga y alega los años que él estuvo sin ver a los suyos y por  circunstancias totalmente diferentes. Tamara le ha prohibido  que en su presencia nombre a Ángel con el sobrenombre de "El  Traidor" ni se refiera a él con ningún calificativo  despectivo, y tiene el resentimiento de que Camilo no haya  ejercido determinadas influencias oficiales a las que tiene  acceso,  que hubieran determinado que la Rectora le otorgara  la licencia para viajar.

   Alberto Raúl terminó este curso su carrera de Medicina,  pero no va a ejercer la profesión, pues desde hace un tiempo  se ocupa de la gerencia de la empresa de venta de  medicamentos propiedad de sus abuelos maternos. Ha seguido  viniendo a Cuba, aunque no siempre se encuentra con el padre.  A pesar del bloqueo y de la negativa hasta ahora del Gobierno  Cubano, espera en un futuro no lejano poder establecer  negocios en la isla. Es de la creencia que la campaña que  libra el hermano es infructuosa y peligrosa, pero, guiado por  intereses puramente mercantilistas, no lo desanima, alegando  que "el diablo son las cosas". La Seguridad del Estado le  acaba de pedir a Camilo un informe de las visitas de su hijo  Alberto Raúl a Cuba, el cual debe entregar a la mayor  brevedad posible.

   El mayor disgusto que Camilo había sufrido en su vida fue  la deslealtad de Ángel, según él, a la Patria, al Gobierno  Revolucionario y a su familia. Ahora su queja procede de  Melbita. El ejercicio de graduación del nivel medio de piano fue, como caso excepcional y dadas las condiciones técnicas e  interpretativas de la joven, como solista de la Orquesta  Sinfónica Nacional en la Sala Lecuona del Gran Teatro de La  Habana y bajo la dirección de Zenaida Romeu en el concierto en  Do Mayor para Piano y Orquesta Opus Treinta de Rimsky‑Korsakof. Terminada la audición y después de haber recibido también él y Tamara las felicitaciones de profesores,  periodistas y compañeros de la hija, cuenta Camilo que se  acercó a Melbita, la besó y le dijo: "ahora al ISA". Ella lo  miró con lástima y le contestó que tenía otros planes.  "¿Viena, Roma o Moscú?", le preguntó creyendo que su hija  pensaba en una beca en Europa, pero Melba Aidee se limitó a decirle que no quería echarle a perder la noche y que al día siguiente hablarían.

   Melbita se había convertido al catolicismo y estaba pensando  muy seriamente dedicar su vida al servicio de Dios. Iniciaría  sus vacaciones con un mes de retiro espiritual y si cuando se  terminara este, lo hubiera decidido, entraría en el noviciado y  dentro de dos años haría votos como religiosa en la  Congregación Hermanas de San José.

    Del disgusto, Miguel tuvo que llevar a Camilo al hospital  Hermanos Almejeiras para le atendieran una fuerte crisis  hipertensiva que hizo. Ya repuesto, cuando salieron  del  Cuerpo de Guardia, Miguel tomó la dirección contraria al  hotel, atravesó el túnel de la bahía y un poco antes de  Cojímar detuvo el Moscovich blanco e invitó a Camilo a  caminar hasta los arrecifes de la costa. Camilo dice que  accedió, porque sabía que el olor a salitre, la tranquilidad de aquel lugar, el sonido de las olas y tanto azul frente a  él, lo calmarían. "¿Por qué no te fuiste con tus padres y tu  familia para los Estados Unidos?", le preguntó Miguel.  "Porque ese no era el destino que yo quería darle a mi vida",  dice Camilo que le respondió. "¿Tenían ellos algún derecho a  obligarte?  "¡Claro que no!" "¿Por qué entonces te arrogas tú  el de cambiar el destino que Melbita quiere darle a la suya?"

   Miguel se había casado y tuvo un par de gemelos varones a  los que les puso Camilo Miguel y Miguel Ángel. Vive en un  cuarto con baño y una cocinita que un amigo le tiene prestado, pues a pesar de la insistencia de Camilo, se niega  a agregarse en casa de los padres. Por el fallecimiento del  Delegado del Poder Popular de su circunscripción, tuvieron  que hacer allí un nuevo proceso electoral; en la Asamblea de  Nominación de Candidatos, fue seleccionado en primer lugar  quien se aseguraba estaba predestinado por "los niveles superiores" para ocupar esta  responsabilidad: un vecino de la zona, luchador de la  clandestinidad, combatiente de Playa Girón, soldado  internacionalista en varios países de África y Teniente  Coronel retirado del Ministerio del Interior, pero como para  llevar el formalismo de las boletas, hacía falta al menos  otro candidato, alguien propuso a Miguel; este aceptó y, a  pesar de su juventud y limitado historial revolucionario,  sorpresivamente todos los vecinos levantaron la mano por  él para después romper con un fuerte aplauso.

   La dirección del INICBI la ocupa ahora un joven licenciado  en Biología de la Universidad de La Habana y con estudios de    postgrado en México, Brasil y Estados Unidos, pues Camilo fue  promovido a representante asesor del Ministerio de la  Agricultura en la provincia, y, aunque inicialmente se creyó  la importancia de la nueva tarea que la Revolución le había  asignado, no demoró en comprender que su cargo es pura  retórica para que no hiciera nada, por lo que, inconforme,  aprovechó el viaje a La Habana para asistir a la graduación  de Melba Aidee y se entrevistó con el compañero Ministro del  ramo para plantearle que le asignaban tareas concretas  inherentes a su cargo o él volvería a trabajar como Médico  Veterinario aunque fuera en una clínica de animales  afectivos. El Ministro le propuso, si estaba dispuesto a  venir para la capital, asignarle una casa para que trabajara directamente con él; y  acordaron que Camilo le respondería dentro de unos días.

    De hacerlo así, Tamara podría pedir un traslado para el  Instituto Superior Pedagógico de La Habana y, si le concedían la  visa, no se vería obligada a renunciar a su trabajo. Viviendo  en la capital, tendrían, sin embargo, el inconveniente de  verse comprometido a alojar a Alberto Raúl cada vez que se le  ocurriera venir a Cuba. Por otra parte, Miguel podría ir a  vivir con su esposa y los gemelos para la casa de Santa  Clara, aunque si era elegido Delegado del Poder Popular, no  podría desempeñar el cargo residiendo en otro barrio.

   El radicarse él y Tamara en La Habana, sería una  circunstancia que quizás modificara los propósitos de Melba  Aidee, ya que podría vivir con ellos y estudiar en el ISA sin  necesidad de estar becada, pero si en definitiva, decidía     meterse a monja, Camilo prefería quedarse en Santa Clara,  lejos de la hija.

   ¡Cuántos problemas planteados y ninguno resuelto! ¡Cuántos  laberintos sin saber cuál camino se debía tomar!

   El viento.

   Habría que esperar por el viento.

 

 

   En viajes largos, Camilo prefería manejar de noche, mucho  más en esa época del año en que el sol y el calor eran más  intensos. Había estado todo el día esperando la llamada de su  esposa para saber el resultado de la entrevista en la Oficina  de Intereses, pero Tamara no se había comunicado con él.  Estaba preocupado por lo que podrían haberle dicho y por la  actitud de silencio de su esposa hacia él.

   Comió algo ligero y esperó que Miguel llegara para  quedarse y cuidar la casa. Cuando todo estuvo listo, partió para La Habana. Ya había comenzado a oscurecer, pero todavía se  sentía el fogaje del día. Camilo salió a la Carretera Central  y por ella hasta la Circunvalación Sur para entonces buscar  la vía que lo conduciría a la Autopista Nacional. La zona de  eucaliptos, tecas y casuarinas lo despidió de Santa Clara sin  el agradable frescor de otras veces. Esa noche dormiría en La  Habana y al día siguiente se entrevistaría con el Ministro de  la Agricultura.

   Encendió los focos del carro para que la luz penetrara en  la oscuridad que ya se cernía sobre la carretera. No le gustaba viajar solo, pero no tuvo quién lo acompañara esta vez. Puso la radio para oír un poco de música y la estática  que había se lo impidió; entonces estuvo seguro de que habría tormenta. Cerca del límite de la provincia, el cielo se cargó  de oscuras y compactas nubes y los relámpagos sobre el  horizonte no se hicieron esperar. La lluvia no acababa de  caer y el ambiente era cada vez más cargado y caluroso.

   Primero fue una andanada de granizos golpeando  peligrosamente sobre el techo y el parabrisas del Moscovich  blanco, produciendo el mismo ruido de los disparos en ráfagas  de las ametralladoras. Camilo se sobresaltó, pues la  embestida fue imprevista, sin el anuncio previo de la lluvia.  Aminoró la velocidad del carro, pero sin un sitio donde  guarecerlo, decidió continuar la marcha. Sobre el oscuro  pavimento caían los fríos pedriscos para volver a saltar en  todas direcciones como diminutos fragmentos de diamantes. La  luz de los focos del auto les alumbraban en la breve  manifestación de su existencia, bella y reluciente, pero  efímera e irrepetible como la de los hombre a los ojos de  Dios. La magnificencia del espectáculo estaba en el movimiento de los granizos cayendo unos detrás de otros,  fracturándose en varias pequeñas porciones que saltaban y  volvían a caer, entonces ya definitivamente sobre el  pavimento, sin que por ello cesara el ritmo de aquella  diadema titilante y fecunda, pues otros cientos y cientos se  turnaban para sustituirlos en el mismo ciclo de su acción  existencial. ¿O era una luz de bengala a todo lo largo de la  carretera consumiéndose ante los ojos de Camilo para maravillarlo?

   Entonces fue el agua.

   De repente, como si se hubieran abierto las compuertas de  una represa para que sus aguas cayeran en grandes masas,  chorros, gotas, pulverizaciones y vapor sobre la autopista.  La luz que el auto intentaba proyectar, era incapaz de  alumbrar más allá de un tenue resplandor sobre el universo indefinido y compacto que impedía saber si el resto del mundo era diferente a aquel túnel húmedo y blanquecino.

   Largos goterones cual esperma derretida comenzaron a  reptar sobre el cristal, indiferentes al paso repetitivo del  limpiaparabrisas y de la fuerza del aire que rasgado por la  velocidad, cada vez menor del Moscovich blanco, intentaba  arrastrarlos. Y los abanicos de agua que el auto levantaba a  ambos lados en su insegura y temerosa marcha.

   Por la luz, amarilla y roja, que se fragmentaba cada  cierto tiempo en las gotas de agua sobre los cristales del  auto, Camilo se sabía acompañado de otros choferes que en su  senda o en sentido contrario vivían, indefensos y asustados,  la misma experiencia de eterna aprensión del hombre ante la  fuerza de la Naturaleza.

  

MONOLOGO INTERIOR DE CAMILO ALBERTO RAMOS SOLÍS EN TAL  CIRCUSTANCIA.

   "¡Y ahora esta agua de mierda, coño...! No se ve  nada...Debía parar y arrimarme al borde de la carretera, pero es que no sé ni por dónde voy...Y ese de allá atrás  queriéndome pasar. Pero ¿no se dará cuenta del aguacero que  está cayendo...? Ya Tamara me desapareció el trapo que tenía  aquí abajo... ¡Qué calor...! Si abro una rendija, me empapo...  No era para menos: la atmósfera estaba cargada, se sentía...  ¿Pero de veras ese tipo pretende adelantárseme debajo de este  aguacero...? Si quiere, que me pase por encima. No se ve nada  y no me voy a apartar... ¿Qué le habrán dicho a Tamara...?  ¡Por poco esa rastra se me tira encima, y mira cómo me  ensució el parabrisas...! ¡Qué jodido me tiene ese tipo...!  ¡Está arreciando...! Si sigue así, voy a tener que parar...  No veo nada... ¿Dónde estará el trapo de limpiar el  parabrisas...? Creo que estoy hasta nervioso...San Isidro,  viejo, quita el agua... ¡Qué va, así no puedo seguir...!  ¡Pero ese hombre está loco...!

 

 

 

"La vida  es como  una película a la

que nunca llegamos a  verle el final".

                                                                                                       Vicente Brito[1]

 



[1]  Propietario del cine Mirta de Jarahueca hasta su intervención por el Gobierno      Revolucionario. Cuando ello ocurrió, quedó como taquillero hasta el momento de su jubilación en 1980.

 

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