CAPÍTULO DIEZ
Asistamos hora a una representación teatral.
OBRA: Montaña de agua y sal.
AUTOR: Luis Cabrera Delgado.
PERSONAJES:
Rita. Cubana residente en Miami. De 55 a 60 años.
Tamara. Cubana residente en Cuba. De 55 a 60 años.
TELON ABIERTO. ESCENARIO OSCURO. TIMBRE DE TELEFONO AMBIENTA EL LOCAL. CESA CON APAGON DE LA SALA. HUMO EN ESCENARIO. EN LOS LATERALES DOS CENITALES MALVA DE INTENSIDAD PROGRESIVA ALUMBRAN A LAS ACTRICES. ESTAN SE DE ESPALDAS ENTRE SÍ Y SE HABLAN SIN VERSE.
RITA: (LLAMA) Tamara. Tamara.
TAMARA: ¿Qué? ¿Quién me llama?
RITA: Yo.
TAMARA: Perdón. Yo no la conozco. Bueno, quizás la conozco, pero no la recuerdo.
RITA: Personalmente no nos conoce.
TAMARA: ¿Y cómo usted sabe quién soy yo?
RITA: Porque he visto fotos suyas. Yo soy Rita.
TAMARA: (SE VIRA INTRIGADA) ¿Qué Rita?
RITA: (SE VIRA LENTAMENTE) La misma. Rita María Riera Baliño
TAMARA: ¿Y usted dónde está?
RITA: Donde no debía estar.
TAMARA: ¿Aquí?
RITA: No. Estoy donde he vivo desde hace varios años.
TAMARA: En...
RITA: (CORTA) Sí.
TAMARA: Pero… ¿cómo la oigo? ¿Usted no me estará...?
RITA: No tenga miedo, Tamara.
TAMARA: No. No es que tenga miedo, es que lo que está sucediendo es bien extraño.
RITA: Libertades de la ficción de las que se vale el autor de esta obra. Yo se lo pedí.
TAMARA: Bueno, ¿y qué es lo que quiere?
RITA: ¿Quién? ¿El autor?
TAMARA: No, usted.
RITA: Hablar contigo. Y ya te estoy tuteando.
TAMARA: No importa. Hablando estamos.
RITA: No, pero así no. Quiero encontrarme contigo...
TAMARA: (CORTA) ¡Oye, yo soy militante del Partido! Ni pienses que tengo
ningún interés en...
RITA: No es eso, Tamara. Mira, es que yo tengo necesidad de hablar contigo.
TAMARA: Ya eso me lo dijiste.
RITA: Pero sí crees que te puedo perjudicar…
TAMARA: ¿Por qué me iba a perjudicar?
RITA: ¿Entonces…?
TAMARA: Yo no tengo ningún inconveniente en que conversemos.
RITA: No creas que me ha sido fácil tomar la decisión.
TAMARA: Al grano. Tú dirás.
RITA: ¿A ti te gustaban Los Meme?
TAMARA: (PARA SI DESCONFIADA) ¡Ah! (A RITA) Fara María, Miguel Ángel y Héctor Téllez sí, pero Meme no. Y si me vas a hablar de gusanos, mejor que ni empieces.
RITA: Sí te gustaban.
COMIENZA A OIRSE LA CANCIÓN LA DISTANCIA POR LOS MEME.
RITA: ¿Te acuerdas de aquella temporada que hicieron Los Memes en el cabaret Cubanacán? Eso fue como en el sesenta y cuatro o sesenta y cinco. Un sábado un grupo de jóvenes de El Santo vinieron a verlos, y tú lograste que tu papá te dejara venir con tu novio.
TAMARA: ¿Y por qué tú sabes eso?
SE ENCIENDE CENITAL BLANCO EN MEDIO DEL ESCENARIO. LLEVADOS POR LOS RECUERDOS, LOS PERSONAJES SE VAN ACERCANDO A LA LUZ.
RITA: Porque yo también logré que esa noche mis padres me llevaran. Mira que la vida tiene cosas, carajo. Allí estuvimos Camilo, tú y yo.
TAMARA: ¿Ya ustedes eran novios?
RITA: Sí.
YA ESTÁN JUNTAS DEBAJO DE LA LUZ. CESA LA MUSICA Y SE MIRAN.
TAMARA: Siempre me dijeron que eras muy bonita.
RITA: Te dijeron bien: era bonita. Ya sólo me queda el casco y la mala idea.
TAMARA: ¿La mala idea?
RITA: Es un decir. Yo nunca he podido ser mala, y no es por buena, sino por comemierda.
TAMARA: Bueno, si vamos a hablar, mejor nos sentamos. Ayúdame.
TRAEN DOS SILLAS DE HIERRO Y LA COLOCAN JUNTO A MESITA
RITA: Estas son del juego de la terraza.
TAMARA: Sí. Hace meses que estoy detrás de Camilo para que las pinte, pero nunca tiene tiempo.
RITA: ¿Cómo está?
TAMARA: ¿Quién?
RITA: Camilo.
TAMARA: Bien.
RITA: ¿Se conserva?
TAMARA: ¿Tú no habrás venido para hablar de mi marido?
RITA: No. Claro que no. No te pongas celosa. Pero me parece natural que me interese por él.
TAMARA: Está un poco gordo y eso no le hace bien para la hipertensión, pero...
RITA: Me gustaría verlo.
TAMARA: Yo me imagino que él no tenga ningún interés en verte a ti.
RITA: ¿Me odia?
TAMARA: No sé, pero espero que comprendas que buenas cosas no le hiciste.
RITA: ¿Pegarle los tarros?
TAMARA: Además.
RITA: ¿Y si yo te dijera que eso no fue verdad?
TAMARA: ¡Ay, no, Rita! A mí eso no me interesa y mucho menos a esta altura de la vida.
RITA: A ti no, pero a mí sí. Y ya que estamos hablando, sería bueno que supieras unas cuantas cosas que no sabes.
TAMARA: ¿Para eso viniste a hablar conmigo?
RITA: La acusación fue una mierda de Pérez, el chofer de Camilo, y el Núcleo le siguió la rima.
TAMARA: Oye, oye, no te permito...
RITA: ¿Que te hable mal del Partido? No te preocupes, yo no te voy a hablar mal del Partido. Te voy a hablar mal de los comunistas que estaban en aquel núcleo del Partido.
TAMARA: Y yo no te voy a oír. Si has venido para eso, sal inmediatamente de mi casa.
RITA: (SE RIE) ¡Tu casa! ¿Quién te la dio? Porque que yo sepa, esta es mi casa y Camilo es mi esposo.
TAMARA: ¿Tu esposo?
RITA: Nunca nos divorciamos.
TAMARA: Ese matrimonio se anuló, y tú le fuiste infiel.
RITA: Con un maricón. Pérez no tenía a quién echarme de marido y me acusó de pegarle los tarros a Camilo con un compañero de trabajo mío que venía a ayudarme a lavar los pañales.
TAMARA: Eso no es verdad.
RITA: Pregúntale a Camilo.
TAMARA: Bien que se separó de ti.
RITA: Porque el Núcleo se lo exigió. Por lo del prestigio y la militancia... A mí sí me hicieron una buena mierda: como que me jodieron la vida.
TAMARA: ¿Tú estabas enamorada de Camilo?
SE OYE CANCIÓN EMPEZAR POR LOS MEME.
RITA: Yo era una niña bitonga. Mis padres eran muy revolucionarios, pero de la aristocracia santaclareña y como nunca imaginaron hasta dónde iba a cambiar este país, me criaron como una niña de bien. Cuando comencé a estudiar en la Universidad, tuve que empezar a ir a los trabajos voluntarios.
CESA CANCIÓN.
TAMARA: COMIENZA A MARCHAR Y CANTAR EL HIMNO DEL MILICIANO
RITA: (LIGADO) La primera vez nos mandaron a chapear los bordes de la carretera que va para Camajuaní. Cuando yo me vi, al sol y con un machete en la mano sin saber qué carajo hacer con aquello, me eché a llorar. Imagínate, la hijita de Lizt Baliño y del doctor Rafael Riera, chapeando carreteras como cualquier muerto de hambre. Camilo me vio y se me acercó.
TAMARA: (COMO CAMILO) A ver, preciosura, dame acá ese machete que yo te voy a ayudar. (SIGUE MARCHANDO Y TARAREANDO EL HIMNO).
RITA: Yo levanté la cabeza y cuando vi a aquel muchacho trigueño, pelicrespo y musculoso delante de mí quitándome el machete, me enamoré locamente de él.
TAMARA: ¿Por qué te quitó el machete? ¡Qué reacción tan tonta!
RITA: ¿Tonta de qué?
TAMARA: ¡Enamorarse de alguien, porque te quita un machete!
RITA: Claro, tú lo tienes que encontrar tonto.
TAMARA: ¿Por qué?
RITA: Porque tú te debes haber enamorado de Camilo, cuando te puso el machete.
TAMARA: No seas vulgar.
RITA: ¿No me estés diciendo tú tonta? Me enamoré de él, porque en aquel momento me ayudó y desde entonces ha sido siempre mi sostén de cada día para enfrentar la vida.
TAMARA: Espérate, espérate. ¿Tú me estás diciendo que aún estás enamorada de mi marido?
RITA: Te estoy diciendo que no he dejado de estar enamorada de él ni un solo instante desde aquel trabajo voluntario.
TAMARA: ¿Pero, entonces, cómo le pudiste ser infiel?
RITA: ¡Cojones, que yo nunca le he sido infiel! Ni siguiera me he acostado con otro hombre.
TAMARA: ¿Qué tú dijiste?
RITA: Perdóname, es que yo soy muy mal hablada.
TAMARA: No. Eso no. Lo otro...
RITA: Olvida eso. Estas sillas son del juego de terraza que mami compró en una mueblería que había en la calle Marta Abreu.
TAMARA: ¿Tú nunca te has acostado con otro hombre?
RITA: Creo que se llamaba mueblería Magín.
TAMARA: Oye, dime, ¿tú nunca te has acostado con otro hombre?
RITA: No.
TAMARA: ¿Pero cómo has podido...?
RITA: Muy fácil. Después de haber hecho el amor con Camilo, no vale la pena hacerlo con ningún otro hombre. (TRATANDO DE SER ALEGRE) Una vez lo intenté con un americano enamorado mío. Cuando llegamos a la habitación de un hotel que había alquilado, y comenzó a quitarse la ropa..., ¡Ay, todavía me acuerdo y me da risa! Lo vi tan fofo y blancuzo que salí del cuarto. (IMITA AL HOMBRE) ¿Where do you go? (VUELVE A SER ELLA), me dijo saliéndose la baba. A darme un trago en el bar, le contesté. Ahora regreso. (SE RIE) Aún me debe estar esperando.
TAMARA: ¿A qué tú viniste, Rita?
RITA: Para hablar contigo.
TAMARA: Para decirme que estás enamorado de mi marido.
RITA: No. Para eso no. Lo que pasa es que salió a relucir el tema y no tengo porqué engañarte. Camilo fue quien me dejó a mí. Tú lo puedes entender, pero yo no.
TAMARA: ¿Por qué crees que yo si lo puedo entender?
RITA: Porque la razón fue política, no afectiva.
TAMARA: ¿Y qué tiene que ver eso conmigo?
RITA: Tú viviste algo parecido, pero a la inversa.
TAMARA: ¿Qué tú estás hablando, mujer?
RITA: Tú eres comunista, Tamara, militante. Para ustedes, lo que diga el Partido está antes que todo.
TAMARA: Sí, así es, ¿pero qué es lo que dices tú que yo hice a la inversa?
RITA: Tu marido... Quiero decir: tu primer esposo se quería ir.
TAMARA: Y estuvo preso por intento de salida ilegal del país.
RITA: Y... (HACE GESTOS CON LA MANO INDICANDO CAMBIO).
TAMARA: ¿Y qué?
RITA: Que el Partido te ordenó que lo dejaras.
TAMARA: Eso no es verdad.
RITA: Perdóname. La conversación ha cogido un rumbo que no creo que sea necesario que tomemos...
TAMARA: No, no. Está bien. Estamos hablando de cosas que pudieran parecer olvidadas, pero que las tenemos dentro y es bueno sacarlas. Tú eres, psicóloga y sabes de eso.
RITA: La que propició este encuentro fui yo, porque necesito hablar contigo, así que tengo que aceptar los riesgos, pero tú no estás obligada a abrir viejas heridas.
TAMARA: A mí, al menos, en este momento me vendría bien un trago de ron. ¿Quieres?
RITA: AFIRMA CON LA CABEZA.
SE COMIENZA A OIR CANCIÓN FARAH MARÍA BAILA MOZAMBIQUE DE LOS MEME. TAMARA BUSCA BOTELLA DE RON Y VASOS. SE SIRVEN Y TOMAN.
TAMARA: Aquella noche en el Cubanacán, fue importante para nosotros.
RITA COMIENZA A CANTAR DOBLANDO LA CANCIÓN Y MOVIÉNDOSE AL ESTILO DE LOS MEME.
TAMARA: Mi interés por ir a ver a Los Meme, no era otro que el de tener un lugar que nunca se olvidara, pues le tenía una noticia importante que darle a Manuel
RITA: (IMITANDO A TAMARA) Manuel, mi amor, estoy embarazada. (VUELVE A CANTAR COMO LOS MEME).
TAMARA: Manuel y yo nos criamos juntos, porque nuestros padres eran vecinos y medios parientes. Siempre nos gustamos y aún de niños ya decíamos que éramos novios. Siempre que mi mamá hacía arroz con leche, yo exigía un plato para Manuel, porque a él le gustaba, y mis jaulas tenían todo tipo de pájaros que él cazaba para mí. Cuando nos hicimos hombre y mujer, comenzamos a... a amarnos; así que mi embarazo fue algo natural.
CESA MUSICA.
TAMARA: Un día Manuel se quiso ir de manera clandestina de este país, y ya yo con dos hijos, me vi sola, mientras mi marido cumplía prisión.
RITA: ¿Y él nunca te dijo que se iba?
TAMARA: Se lo dijiste tú a Camilo.
RITA: Camilo me había dejado, y yo lo hice por venganza contra él.
TAMARA: Esa misma pregunta me hicieron en la escuela donde yo daba clases y se cuestionó mis condiciones para ser educadora.
RITA: ¿Ya tú eras militante?
TAMARA: No. Manuel salió al año y medio y, de mecánico principal del Central, pasó a ser machetero de una brigada cañera y después a trabajar a un almacén de comida. Ahí se suicidó
RITA: Perdón. Yo no sabía.
TAMARA: A partir de entonces me vi sola con mis hijos, y no quieras tú saber lo que es criar a dos muchachos sin un padre al lado.
RITA: Yo lo sé, Tamara. ¿Quién mejor que yo lo va a saber?
TAMARA: Es verdad, pero esa fue tu voluntad y no debes quejarte. Mi caso es diferente. Yo me quedé sola en contra de mi voluntad.
RITA: ¿Y Camilo?
TAMARA: Camilo ha sido un padre para mis hijos. Sin él, yo no sé qué hubiera sido de mí. Bueno, cariñoso... ¿Por qué le llevaste a sus hijos?
RITA: Por miedo a estar sola. Cuando me casé, mis padres salieron para el extranjero a cumplir tareas de la Revolución, y cuando les correspondía regresar, traicionaron.
TAMARA: ¿Traicionaron? ¿Tú, Rita Riera Baliño, lo ves así?
RITA: Sí. ¿Te extraña? Traicionaron a la confianza que les tenían y me traicionaron a mí. Parece que yo estoy condenada a que me abandonen siempre.
TAMARA: De nuevo la niña mimada. Ya me extrañaba.
RITA: Sí. Fui una niña mimada. Mimada por mis padres, mimada por Camilo que lo primero que hizo cuando me conoció fue quitarme el machete para que yo no pasara trabajo.
TAMARA: Nada de eso justifica el daño que le hiciste, llevándole a los hijos.
RITA: ¿Y el daño que yo me hice, coño? Ese nadie lo ve. Mis padres y los padres de Camilo se pusieron de acuerdo y el hijo de puta de su hermano, porque ese es un hijo de puta, vino clandestino a buscarme en una lancha. Yo estaba desesperada al verme sola, sin mis padres y sin Camilo, por eso acepté correr a buscar protección al lado de la familia.
TAMARA: Demoraste mucho en arrepentirte.
RITA: No. Me arrepentí antes de coger la lancha. Allí, escondida entre los manglares de la playa Del Ubero, con mis dos niños pequeños en los brazos, supe que lo que iba a hacer era una mierda para Camilo, para mí y para mis hijos. Yo no me hubiera ido. ¿Qué te parece? No siempre las cosas son como aparentan.
TAMARA: No me digas que Gustavo te obligó.
RITA: Bien se ve que tú no conoces a esa bestia. Ese sí sabía lo que estaba haciendo: vengándose de Camilo.
TAMARA: ¿Vengándose de Camilo? ¿Pero por qué?
RITA: No sé por qué, pero Gustavo odia a su hermano. Porque a él lo botaron de la Universidad, porque Camilo es comunista... No sé, pero lo odia. De otra manera no se hubiera jugado el pellejo por venirme a buscar.
TAMARA: Si es verdad lo que dices, debiste, no sé, enfrentártele, negarte...
RITA: ¿Tú nunca has visto una pistola en la cabeza de un hijo tuyo?
TAMARA: Camilo no sabe nada de eso.
RITA: Ni yo quiero que sepa nada. ¿Para qué? ¿Qué ganamos con abrirle otra herida? Si algo quiero, es tratar de subsanar el daño que le hice.
TAMARA: Y para eso viniste a hablar conmigo.
RITA: Sí.
TAMARA: ¿Y qué es específicamente lo que pretendes de mí?
RITA: Mis hijos quieren rencontrarse con su padre.
TAMARA: Eso es imposible. Imposible. Camilo hizo todo lo que estuvo a su alcance por recuperar a sus hijos, pero cuando se convenció de que nunca lo lograría, los dio por muertos.
RITA: Pero están vivos. Son adultos y tienen todo el derecho del mundo de encontrarse con su padre.
TAMARA: Camilo no va a ir a Miami, y aquí... Él aquí no los va a recibir.
RITA: Ernesto ya estuvo aquí. Parado frente la verja del jardín de esta casa hablando con su padre.
TAMARA: ¿Con Camilo? ¿Aquí?
RITA: (COMO ERNESTO) Sí. Me dijeron que era por aquí.
TAMARA: (COMO CAMILO) La verdad es que yo no lo conozco.
RITA: Ernesto se hizo el que buscaba una dirección para poder abordarlo.
TAMARA: (COMO CAMILO) ¿Y le dijeron dos cuadras después de la Central?
RITA: (COMO ERNESTO) Sí. Por la Doble Vía. Es esta ¿no?
TAMARA: Camilo debe haber estado regando las coles que tenía sembradas en el jardín.
RITA: (COMO ERNESTO) ¡Qué buenas se le están dando las coles!
TAMARA: (COMO CAMILO) Sí.
RITA: Dice mi hijo que todo el tiempo tuvo que estar fuertemente agarrado de la verja de hierro para no saltar y abrazar a su padre. Imagínate, con los deseos de encontrarse con él y no poder decirle quién era.
TAMARA: (COMO CAMILO) ¿Por qué no pregunta un poco más adelante?
RITA: (COMO ERNESTO) Sí. Voy a tener que hacer eso. Me admira el esfuerzo que hace ante la escasez de alimentos. Usted aprovecha hasta su jardín.
TAMARA: (COMO CAMILO) ¿Y usted, de dónde viene? ¿Usted no vive en este país?
RITA: (COMO ERNESTO) Sí, sí. Claro.
TAMARA: (COMO CAMILO) No lo parece, porque lo que yo estoy haciendo: sembrar el jardín, aprovechar cuanto pedacito de tierra se pueda, lo hacemos todos los cubanos.
RITA: (COMO ERNESTO) Yo lo decía por lo grande de sus coles.
TAMARA: (COMO CAMILO) ¿Grandes? Parece que usted no ve el noticiero de la televisión. Mire, joven, si quiere encontrar la dirección que busca, pregunte un poco más adelante.
RITA: Mi hijo estuvo una semana siguiéndolo a todas partes, mirándolo de lejos sin atreverse a abordarlo de nuevo.
TAMARA: Hizo muy bien.
RITA: Tú eres la única que los puedes ayudar.
TAMARA: ¿A tus hijos o a ti?
RITA: A mis hijos, coño. No seas celosa.
TAMARA: Oye, ven acá, ¿por qué tú eres tan mal hablada?
RITA: Eso es otra historia. Por favor, ayúdanos.
TAMARA: A mí me encantan las historias.
RITA: ¡Cojones! Ah, no te la quiero hacer, porque te vas a reír de mí.
TAMARA: No me voy a reír, pero está bien. Si quieres no me la hagas.
RITA: Si tú supieras... quizás por mis coños y carajos ocurre lo que está sucediendo.
TAMARA: (BURLONA) Palabrotas como factor causal de un efecto que todavía no sé cuál es.
RITA: Factor causal, no, que yo también estudie filosofía marxista en la Universidad. Factor condicionante.
TAMARA: Bueno, ¿cuál es la historia de tu vocabulario, como decía mi abuela, de carretonero?
RITA: Yo nunca fui mal hablada, pero cuando llegué a los Estados Unidos, empecé a decir malas palabras como un carretonero para ayudar a la Revolución.
TAMARA: (SE RIE) Jamás en mi vida había oído semejante cosa.
RITA: Y eso que dijiste que no te ibas a reír. Si no, te orinas en el blúmer.
TAMARA: Yo no conocía esa clase de lucha. ¿Qué filosofía marxista tú estudiaste en la Universidad?
RITA: Bien se ve que tú no conoces a tu suegra.
TAMARA: Sé que, a espaldas de Camilo, le entregó la casa a un funcionario corrupto de emigración para que le diera la salida del país.
RITA: No sabes nada.
TAMARA: Nunca le ha escrito ni se ha interesado por saber de él.
RITA: Ella me empezó a cuidar a los niños para que yo pudiera trabajar. Yo veía que los muchachos estaban cada día más extraños y se lo achacaba al cambio de ambiente. No preguntaban por el padre ni mencionaban a Cuba.
TAMARA: Cuando el padre de mis hijos se suicidó, ellos nunca más lo mencionaron.
RITA: Un día regresé antes de lo acostumbrado, porque me habían dejado cesante en la factory. ¿Tú sabes lo que la abuela le estaba diciendo a los niños?
TAMARA. (COMO LA ABUELA) Ya ustedes no tienen papá, porque su papá es comunista. Su papá es malo.
RITA: ¿Qué cojones, usted le está diciendo a mis hijos?
TAMARA: (COMO ABUELA) ¿Has dicho una palabrota en mi casa? ¡Sal inmediatamente de aquí, mal agradecida!
RITA: ¡Métase su casa por el culo!
TAMARA: (COMO LA ABUELA) Tendrás que irte para debajo de un puente.
RITA: Pero me llevo mis hijos, para que, usted, vieja puta, no les pueda hablar mal de su padre.
COMIENZA A OIRSE LACANCION SANS TOI POR LOS MEME.
RITA: Catorce meses estuve con ellos en un albergue de indigentes. Aquello más que albergue era el infierno mismo. Ahí habían prostitutas, ladrones, locos, borrachos, drogadictos, violadores... No me quiero acordar de eso. Yo vivía encerrada en mi cuarto y por la noche, corría la cama y la ponía contra la puerta, y allí, oyendo los pleitos, las griterías, las manos de golpes y los abusos de todo tipo, me acostaba, abrazaba a Ernestico y a Raúl y les hablaba de su papá, de sus compañeritos del Círculo Infantil. Bien bajito para que no nos oyeran, cantábamos las canciones que ellos conocían, hacíamos cuentos de Cuba, les enseñé el Himno Nacional, y siempre, siempre, les hablé de su padre. Mamá, ¿cuándo vamos a ir para mi casita?, me preguntaba Raúl. Pronto, le decía yo. Entonces a Ernesto se le alumbraban los ojitos, me cogía la cara con las dos manos para que yo lo pudiera atender bien, y me preguntaba ¿Y vamos a ver a papá? Sí, mi amor, pronto vamos a ver a tu papá.
MUSICA DESTACA Y CESA.
RITA: Y ahora, el maricón de Camilo, cuelga el teléfono cuando ellos tratan de comunicarse con él.
TAMARA: Nosotros somos revolucionarios de Patria o muerte: ¡comunistas come candela!
RITA: Esto no es un problema de comunismo ni de imperialismo, ni de ninguna mierda de política, Tamara.
TAMARA: Todo tiene que ver con la política, y tú debías saberlo
RITA: En mi época, eso se llamaba mitin relámpago, ¿ahora cómo le dicen? ¿Acto de repudio o círculo de estudio?
TAMARA: No me jodas, Rita Riera.
RITA: ¿Tú ves? Ahora sí estás haciendo Revolución, coño. Estás diciendo malas palabras.
TAMARA: ¡Vete para el carajo, anda!
RITA: Yo quisiera que tú vieras la cara de las viejas gusanas de Miami cada vez que yo le suelto una palabrota de esas.
TAMARA: (COMO CUBANA EMIGRADA) Tiene que hablar así, hija: ¡es fidelista!
RITA: (COMO CUBANA EMIGRADA. SE PERSIGNA) ¡Ay, Dios nos ampare! No menciones a ese diablo aquí.
TAMARA: (COMO CUBANA EMIGRADA) ¿Y qué me dices de los hijos?
RITA: (COMO CUBANA EMIGRADA) Eso sí es verdad. Son de un grupo de no sé qué con Cuba.
TAMARA: Déjame en paz
RITA: Tus hijo…
TAMARA: (LA CORTA CON AGRESIVIDAD) ¿Mis hijos?
RITA: No, no. Quise decir mis hijos.
TAMARA: A mis hijos me los dejas tranquilos.
RITA: No, no…digo: sí.
TAMARA: Me los saca de este potaje.
RITA: Está bien. Ya te dije que no tengo nada que ver con tus hijos.
TAMARA: Yo sé lo que estoy diciendo. Empiezan a ofrecerles champú y desodorantes... A hablarles de las maravillas del capitalismo, y cuando venga a ver...
RITA: No pasa nada.
TAMARA: No quiero que me los desvíen ideológicamente.
RITA: No metamos la política en esto. Ya la política nos ha hecho bastante daño. Esto es un problema afectivo, de familia.
TAMARA: Mis hijos no tienen ningún problema afectivo.
RITA: Eso te crees tú.
TAMARA: ¿Por qué dices eso?
RITA: Por nada. No me hagas caso.
TAMARA: Yo te conozco ya el jueguito. Ahora vienes con que tienen problemas afectivos ¿Qué coño pasa con mis hijos?
RITA: No te pongas histérica.
TAMARA: ¡Histérica, sí! ¡Histérica, esquizofrénica, psicópata agresiva, lo que tú quieras, pero a mis hijos me los dejan tranquilos! Venir a decir que mis hijos tienen problemas afectivos
RITA: Hace un momento, tú misma dijiste que después que tu marido se suicidó, tus hijos nunca más lo mencionaron, ¿no es verdad?
TAMARA: Sí.
RITA: Quizás Ángel, como era más pequeño, lo haya olvidado, ¿pero Miguel? ¿Sabes tú lo que Miguel piensa de su padre?
TAMARA: Nada, porque de lo contrario, hablara de él.
RITA: Parece mentira que seas profesora de una universidad pedagógica. Alguna vez tuviste que estudiar algo de Psicología.
TAMARA: Claro, tú si sabes mucha Psicología. Tú si sabes cómo debe comportarse una madre para no dañar a sus hijos.
RITA: Las emociones fuertes, pueden bloquearse, sobretodo en la infancia, pero eso no quiere decir que desaparezcan.
TAMARA: Esto antes se llamaba Escuela y Hogar, y lo daban por la televisión los martes por la noche, pero en Miami no sé cómo le dirán.
RITA: Está bien
TAMARA: ¿Hasta cuándo va a durar esto?
RITA: ¿Cómo le dicen tus hijos a Camilo?
TAMARA: ¿Cómo le van a decir?
RITA: ¿Papá?
TAMARA: Camilo.
RITA: Entonces tus hijos también se criaron sin padre.
TAMARA: Pero por razones bien diferentes. El de ellos se murió.
RITA. Eso mismo debe decir Miguel.
TAMARA: ¿Qué?
RITA: Que el de él, se murió.
TAMARA: Sí. Está muerto. No existe.
FILTRA MUSICA LA CANCIÓN ESE HASTÍO POR LOS MEME. CENITAL BLANCO EN MEDIO DEL ESCENARIO.
RITA: Porque si existiera, no habría fuerza humana ni divina que le impidiera correr hasta donde estuviera su padre (POCO A POCO VA INCORPORANDO EL PERSONAJE DE MIGUEL) para abrazarlo y besarlo y decirle: Papá. Papaíto mío, cuánta falta me has hecho todo este tiempo. ¡Cuánto te he extrañado! No has estado conmigo, y me he tenido que conformar con tu trompo. ¿No te acuerdas de tu trompo? Es el trompo de cuando tú eras niño y lo guardaste para mí. Un día me lo diste y me prometiste que me enseñarías a bailarlo, pero nunca, ¡nunca más! te vi. Me dijeron que te habías muerto. Yo no sabía entonces que era morirse, y te esperé y esperé, pero nunca regresaste. Entonces supe lo que era la muerte y la odie, porque te llevó de mi lado. Siempre tengo tu trompo conmigo y todavía, con el tamañazo que tengo, todas las noches, lo cojo y me lo pongo un momento en la frente, porque así era como tú me besabas cuando yo, de niño, me iba a dormir. Y nunca, papá, nunca dejé que me enseñaran a bailar trompos, porque todos estos años he esperado que fueras tú quien lo hiciera, como me lo prometiste.
CESA MUSICA. TAMARA ACARICIA UN LIBRO SOBRE EL PECHO.
TAMARA: Te voy a enseñar algo. (BUSCA DENTRO DEL LIBRO) Te dije que para Camilo sus hijos habían muerto, pero no es verdad. Él nunca habla de ellos ni los menciona, pero mira lo que tiene escondido aquí (LE DA UNA FOTO).
RITA: ¡Mis hijos!
TAMARA: De noche, Camilo se pone en la biblioteca a estudiar o a preparar clases, pero muchas veces, se queda ausente con los ojos fijos sobre un libro abierto. Si yo llego, lo cierra y disimula moviendo los papeles sobre el buró.
RITA: Aquí Ernesto tenía doce años, y Camilo, diez. La camisa de Camilo se la regalé yo el día de su cumpleaños.
TAMARA: Una noche, le vi dos lágrimas corriéndole por la cara. No le dije nada, pero intrigada, al día siguiente registré sus libros y supe de qué se trataba.
RITA: Es en Cayo Hueso. Cuando llegamos al punto que marca las noventa millas hasta Cuba, no se detuvieron donde todo el mundo se retrata, y yo me quedé con la camarita preparada. Ellos siguieron hasta la costa y se pusieron a mirar el mar a lo lejos, hacia acá. Yo los llamé, y cuando se viraron, les tome la foto.
TAMARA: Dejé la foto en el mismo sitio y nunca le dije nada. Lo que no sé, es cómo esa foto llegó a sus manos.
RITA: Tía Coca se la tiene que haber dado antes de morir.
TAMARA: Vamos a guardarla de nuevo, pues no quiero que Camilo descubra que yo sé su secreto. Además...
RITA: Además ¿qué?
TAMARA: Es lo único que Camilo tiene de sus hijos.
RITA: Sí tú ayudas, los va a poder tener a ellos.
TAMARA: Mis hijos nunca tendrán a su padre.
RITA: Porque está muerto, pero mis hijos están vivos.
TAMARA: Es distinto.
RITA: Sí, es distinto, porque la muerte no tiene remedio, pero la vida sí.
TAMARA: La muerte es una cosa, y la vida, otra…
LOS PERSONAJES COMIENZAN A ALEJARSE, VUELVEN A LOS LATERALES DONDE LES ALUMBRA DE NUEVO LA LUZ MALVA. SE VIRAN DE ESPALDAS. SE OYE CANCION FUE TU BENDICIÓN POR LOS MEME.
RITA: Por favor, Tamara, no dejes que Camilo se conforme con una foto de sus hijos cuando eran niños.
TAMARA: Pero es que entre el mundo de tus hijos y el de Camilo hay una montaña.
RITA: Sí, una montaña, pero de sal y agua.
APAGON. MUSICA SUBE.
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