CAPÍTULO TRECE.
Incapaz de integrar al monólogo interior que hace Camilo en este capítulo toda la información necesaria para entender el clímax dramático que vive mientras maneja el Moscovich blanco en un viaje hacia La Habana bajo un torrencial aguacero, es que decido ofrecer un resumen de lo que le ha ocurrido en los dos últimos años a cada uno de los personajes a su alrededor.
Terminé el capítulo anterior con Ángel, y comienzo este con él. Ángel se casó en Rusia con una cubana estudiante de teatro, e influenciado por el proceso de democratización capitalista que vivía ese país, decidió junto a su esposa, no volver de nuevo a Cuba. Después de discutir su trabajo de Master el diez de enero de mil novecientos noventa y cinco, viajó a Suecia, país que le sirvió de trampolín para tres meses después seguir a España.
Un año y medio sin trabajo fijo y abandonado por su mujer para irse con un empresario teatral, fueron razones suficientes para no querer quedarse allí. En Cuba comenzaron a sospechar de su difícil situación económica por un percance ocurrido a Miguel, su gemelo, con una turista madrileña, quien le aseguró que su cara y su cuerpo desnudo los había visto en la revista española Men's Lady.
A solicitud de Tamara, los hijos de Camilo en los Estados Unidos ayudaron a Ángel a trasladarse a ese país donde actualmente trabaja como traductor de ruso y operador de máquina en una empresa de Internet y espera una decisión gubernamental que le permita iniciar la reválida de su título de ingeniero.
La relación de su mujer con el empresario teatral no le ofreció las posibilidades artísticas ni afectivas esperadas por ella, por lo que acude de nuevo a Ángel; este la perdona y comienza los trámites para que se le reúna en los Estados Unidos. En ese tiempo se hace pública la noticia de que el examante de la actriz era portador del virus del SIDA. Actualmente ella se encuentra sometida a investigaciones médicas para determinar su posible contagio, y toda la familia está pendiente de la decisión final que tome Ángel ante esta nueva situación.
Camilo Alberto considera a Ángel un traidor a la Patria y no ha querido tener ningún tipo de comunicación con este, ni permite que en su presencia se hable del que otrora fuera su hijo preferido, pero me confesó estar en conocimiento de todo lo que le ocurre, y preocupado por lo que este pueda decidir con su vida futura.
A quien único le permitió que en una ocasión se refiriera a Ángel, fue a su hijo Ernesto. Tamara le pidió a este que ayudara a su hijo a salir de España, y Ernesto, no queriendo que el padre se disgustara con él, le escribió una extensa carta explicándole las razones por las que consideraba debía contribuir económicamente a costear los trámites legales, pagar el boleto de viaje e instalar a Ángel en la Florida, ya que sabiendo su actitud ante ese asunto, él hubiera preferido mantenerse alejado, pero "Ángel es hijo de Tamara", terminaba diciéndole, "y las circunstancias obligan". Camilo se limitó a responderle que obrara según su conciencia considerara.
Ernesto es ministro presbiteriano en una iglesia de Cayo Hueso y allí organizó un comité de ayuda a Cuba y en contra del bloqueo norteamericano a la isla, ello fue motivo de que perdiera a muchos de sus feligreses y de que reciba constantes amenazas por parte de los innumerables grupos contrarrevolucionarios que operan en la Florida. Recientemente fue agredido por una banda de provocadores que le causaron múltiples lesiones leves; no obstante, fue él el acusado de crear disturbios y espera se le someta a juicio, en el que está seguro le impondrán el pago de una cuantiosa multa. Ernesto va a aprovechar su presencia ante el tribunal para denunciar la complicidad de las autoridades locales con los grupos terroristas contrarrevolucionarios. En su contra, hay una fuerte campaña en la prensa escrita, la radio y la televisión de la Florida.
Tamara fue autorizada por su núcleo del Partido Comunista de Cuba a viajar a la Florida en visita familiar, no así por la Rectora de su institución laboral. Ya tiene fecha fijada para la entrevista en la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en La Habana para solicitar la visa. Si se la conceden, tendrá que renunciar a su puesto de profesora del Instituto Superior Pedagógico y buscar ubicación laboral en cualquier otro centro que le apruebe viajar, pues ello es indispensable para comenzar entonces a tramitar en las oficinas cubanas de Emigración el autorizo de salida temporal del país.
Por este posible viaje de Tamara a Miami, entre ella y Camilo han surgido desagradables discrepancias. Él, aunque no le niega el derecho de ir a ver a su hijo, le critica que lo haga y alega los años que él estuvo sin ver a los suyos y por circunstancias totalmente diferentes. Tamara le ha prohibido que en su presencia nombre a Ángel con el sobrenombre de "El Traidor" ni se refiera a él con ningún calificativo despectivo, y tiene el resentimiento de que Camilo no haya ejercido determinadas influencias oficiales a las que tiene acceso, que hubieran determinado que la Rectora le otorgara la licencia para viajar.
Alberto Raúl terminó este curso su carrera de Medicina, pero no va a ejercer la profesión, pues desde hace un tiempo se ocupa de la gerencia de la empresa de venta de medicamentos propiedad de sus abuelos maternos. Ha seguido viniendo a Cuba, aunque no siempre se encuentra con el padre. A pesar del bloqueo y de la negativa hasta ahora del Gobierno Cubano, espera en un futuro no lejano poder establecer negocios en la isla. Es de la creencia que la campaña que libra el hermano es infructuosa y peligrosa, pero, guiado por intereses puramente mercantilistas, no lo desanima, alegando que "el diablo son las cosas". La Seguridad del Estado le acaba de pedir a Camilo un informe de las visitas de su hijo Alberto Raúl a Cuba, el cual debe entregar a la mayor brevedad posible.
El mayor disgusto que Camilo había sufrido en su vida fue la deslealtad de Ángel, según él, a la Patria, al Gobierno Revolucionario y a su familia. Ahora su queja procede de Melbita. El ejercicio de graduación del nivel medio de piano fue, como caso excepcional y dadas las condiciones técnicas e interpretativas de la joven, como solista de la Orquesta Sinfónica Nacional en la Sala Lecuona del Gran Teatro de La Habana y bajo la dirección de Zenaida Romeu en el concierto en Do Mayor para Piano y Orquesta Opus Treinta de Rimsky‑Korsakof. Terminada la audición y después de haber recibido también él y Tamara las felicitaciones de profesores, periodistas y compañeros de la hija, cuenta Camilo que se acercó a Melbita, la besó y le dijo: "ahora al ISA". Ella lo miró con lástima y le contestó que tenía otros planes. "¿Viena, Roma o Moscú?", le preguntó creyendo que su hija pensaba en una beca en Europa, pero Melba Aidee se limitó a decirle que no quería echarle a perder la noche y que al día siguiente hablarían.
Melbita se había convertido al catolicismo y estaba pensando muy seriamente dedicar su vida al servicio de Dios. Iniciaría sus vacaciones con un mes de retiro espiritual y si cuando se terminara este, lo hubiera decidido, entraría en el noviciado y dentro de dos años haría votos como religiosa en la Congregación Hermanas de San José.
Del disgusto, Miguel tuvo que llevar a Camilo al hospital Hermanos Almejeiras para le atendieran una fuerte crisis hipertensiva que hizo. Ya repuesto, cuando salieron del Cuerpo de Guardia, Miguel tomó la dirección contraria al hotel, atravesó el túnel de la bahía y un poco antes de Cojímar detuvo el Moscovich blanco e invitó a Camilo a caminar hasta los arrecifes de la costa. Camilo dice que accedió, porque sabía que el olor a salitre, la tranquilidad de aquel lugar, el sonido de las olas y tanto azul frente a él, lo calmarían. "¿Por qué no te fuiste con tus padres y tu familia para los Estados Unidos?", le preguntó Miguel. "Porque ese no era el destino que yo quería darle a mi vida", dice Camilo que le respondió. "¿Tenían ellos algún derecho a obligarte? "¡Claro que no!" "¿Por qué entonces te arrogas tú el de cambiar el destino que Melbita quiere darle a la suya?"
Miguel se había casado y tuvo un par de gemelos varones a los que les puso Camilo Miguel y Miguel Ángel. Vive en un cuarto con baño y una cocinita que un amigo le tiene prestado, pues a pesar de la insistencia de Camilo, se niega a agregarse en casa de los padres. Por el fallecimiento del Delegado del Poder Popular de su circunscripción, tuvieron que hacer allí un nuevo proceso electoral; en la Asamblea de Nominación de Candidatos, fue seleccionado en primer lugar quien se aseguraba estaba predestinado por "los niveles superiores" para ocupar esta responsabilidad: un vecino de la zona, luchador de la clandestinidad, combatiente de Playa Girón, soldado internacionalista en varios países de África y Teniente Coronel retirado del Ministerio del Interior, pero como para llevar el formalismo de las boletas, hacía falta al menos otro candidato, alguien propuso a Miguel; este aceptó y, a pesar de su juventud y limitado historial revolucionario, sorpresivamente todos los vecinos levantaron la mano por él para después romper con un fuerte aplauso.
La dirección del INICBI la ocupa ahora un joven licenciado en Biología de la Universidad de La Habana y con estudios de postgrado en México, Brasil y Estados Unidos, pues Camilo fue promovido a representante asesor del Ministerio de la Agricultura en la provincia, y, aunque inicialmente se creyó la importancia de la nueva tarea que la Revolución le había asignado, no demoró en comprender que su cargo es pura retórica para que no hiciera nada, por lo que, inconforme, aprovechó el viaje a La Habana para asistir a la graduación de Melba Aidee y se entrevistó con el compañero Ministro del ramo para plantearle que le asignaban tareas concretas inherentes a su cargo o él volvería a trabajar como Médico Veterinario aunque fuera en una clínica de animales afectivos. El Ministro le propuso, si estaba dispuesto a venir para la capital, asignarle una casa para que trabajara directamente con él; y acordaron que Camilo le respondería dentro de unos días.
De hacerlo así, Tamara podría pedir un traslado para el Instituto Superior Pedagógico de La Habana y, si le concedían la visa, no se vería obligada a renunciar a su trabajo. Viviendo en la capital, tendrían, sin embargo, el inconveniente de verse comprometido a alojar a Alberto Raúl cada vez que se le ocurriera venir a Cuba. Por otra parte, Miguel podría ir a vivir con su esposa y los gemelos para la casa de Santa Clara, aunque si era elegido Delegado del Poder Popular, no podría desempeñar el cargo residiendo en otro barrio.
El radicarse él y Tamara en La Habana, sería una circunstancia que quizás modificara los propósitos de Melba Aidee, ya que podría vivir con ellos y estudiar en el ISA sin necesidad de estar becada, pero si en definitiva, decidía meterse a monja, Camilo prefería quedarse en Santa Clara, lejos de la hija.
¡Cuántos problemas planteados y ninguno resuelto! ¡Cuántos laberintos sin saber cuál camino se debía tomar!
El viento.
Habría que esperar por el viento.
En viajes largos, Camilo prefería manejar de noche, mucho más en esa época del año en que el sol y el calor eran más intensos. Había estado todo el día esperando la llamada de su esposa para saber el resultado de la entrevista en la Oficina de Intereses, pero Tamara no se había comunicado con él. Estaba preocupado por lo que podrían haberle dicho y por la actitud de silencio de su esposa hacia él.
Comió algo ligero y esperó que Miguel llegara para quedarse y cuidar la casa. Cuando todo estuvo listo, partió para La Habana. Ya había comenzado a oscurecer, pero todavía se sentía el fogaje del día. Camilo salió a la Carretera Central y por ella hasta la Circunvalación Sur para entonces buscar la vía que lo conduciría a la Autopista Nacional. La zona de eucaliptos, tecas y casuarinas lo despidió de Santa Clara sin el agradable frescor de otras veces. Esa noche dormiría en La Habana y al día siguiente se entrevistaría con el Ministro de la Agricultura.
Encendió los focos del carro para que la luz penetrara en la oscuridad que ya se cernía sobre la carretera. No le gustaba viajar solo, pero no tuvo quién lo acompañara esta vez. Puso la radio para oír un poco de música y la estática que había se lo impidió; entonces estuvo seguro de que habría tormenta. Cerca del límite de la provincia, el cielo se cargó de oscuras y compactas nubes y los relámpagos sobre el horizonte no se hicieron esperar. La lluvia no acababa de caer y el ambiente era cada vez más cargado y caluroso.
Primero fue una andanada de granizos golpeando peligrosamente sobre el techo y el parabrisas del Moscovich blanco, produciendo el mismo ruido de los disparos en ráfagas de las ametralladoras. Camilo se sobresaltó, pues la embestida fue imprevista, sin el anuncio previo de la lluvia. Aminoró la velocidad del carro, pero sin un sitio donde guarecerlo, decidió continuar la marcha. Sobre el oscuro pavimento caían los fríos pedriscos para volver a saltar en todas direcciones como diminutos fragmentos de diamantes. La luz de los focos del auto les alumbraban en la breve manifestación de su existencia, bella y reluciente, pero efímera e irrepetible como la de los hombre a los ojos de Dios. La magnificencia del espectáculo estaba en el movimiento de los granizos cayendo unos detrás de otros, fracturándose en varias pequeñas porciones que saltaban y volvían a caer, entonces ya definitivamente sobre el pavimento, sin que por ello cesara el ritmo de aquella diadema titilante y fecunda, pues otros cientos y cientos se turnaban para sustituirlos en el mismo ciclo de su acción existencial. ¿O era una luz de bengala a todo lo largo de la carretera consumiéndose ante los ojos de Camilo para maravillarlo?
Entonces fue el agua.
De repente, como si se hubieran abierto las compuertas de una represa para que sus aguas cayeran en grandes masas, chorros, gotas, pulverizaciones y vapor sobre la autopista. La luz que el auto intentaba proyectar, era incapaz de alumbrar más allá de un tenue resplandor sobre el universo indefinido y compacto que impedía saber si el resto del mundo era diferente a aquel túnel húmedo y blanquecino.
Largos goterones cual esperma derretida comenzaron a reptar sobre el cristal, indiferentes al paso repetitivo del limpiaparabrisas y de la fuerza del aire que rasgado por la velocidad, cada vez menor del Moscovich blanco, intentaba arrastrarlos. Y los abanicos de agua que el auto levantaba a ambos lados en su insegura y temerosa marcha.
Por la luz, amarilla y roja, que se fragmentaba cada cierto tiempo en las gotas de agua sobre los cristales del auto, Camilo se sabía acompañado de otros choferes que en su senda o en sentido contrario vivían, indefensos y asustados, la misma experiencia de eterna aprensión del hombre ante la fuerza de la Naturaleza.
MONOLOGO INTERIOR DE CAMILO ALBERTO RAMOS SOLÍS EN TAL CIRCUSTANCIA.
"¡Y ahora esta agua de mierda, coño...! No se ve nada...Debía parar y arrimarme al borde de la carretera, pero es que no sé ni por dónde voy...Y ese de allá atrás queriéndome pasar. Pero ¿no se dará cuenta del aguacero que está cayendo...? Ya Tamara me desapareció el trapo que tenía aquí abajo... ¡Qué calor...! Si abro una rendija, me empapo... No era para menos: la atmósfera estaba cargada, se sentía... ¿Pero de veras ese tipo pretende adelantárseme debajo de este aguacero...? Si quiere, que me pase por encima. No se ve nada y no me voy a apartar... ¿Qué le habrán dicho a Tamara...? ¡Por poco esa rastra se me tira encima, y mira cómo me ensució el parabrisas...! ¡Qué jodido me tiene ese tipo...! ¡Está arreciando...! Si sigue así, voy a tener que parar... No veo nada... ¿Dónde estará el trapo de limpiar el parabrisas...? Creo que estoy hasta nervioso...San Isidro, viejo, quita el agua... ¡Qué va, así no puedo seguir...! ¡Pero ese hombre está loco...!
"La vida es como una película a la
que nunca llegamos a verle el final".
Vicente Brito[1]
[1] Propietario del cine Mirta de Jarahueca hasta su intervención por el Gobierno Revolucionario. Cuando ello ocurrió, quedó como taquillero hasta el momento de su jubilación en 1980.