sábado, 24 de abril de 2021

CAPÍTULO NUEVE.

                                                 LA MÁS HERMOSA VIRTUD DEL HOMBRE

   Después de haber cumplido misiones internacionalistas en  la hermana República de Angola, el doctor en Medicina Veterinaria, Camilo Alberto Ramos Solís se reintegró nuevamente a sus funciones técnicas en la Empresa de Ganadería del Municipio Sagua, al norte de la provincia de Villa Clara, en la región central de la isla de Cuba, lugar en el que laboró a partir de su graduación y que él define como " su escuela para la profesión y la vida".

   Allí tuvo sus primeras  experiencias, no sólo como médico veterinario, sino también  como dirigente en diferentes responsabilidades administrativas, ya que su expediente de líder político se remonta a la época de estudiante universitario cuando desempeñó distintos  cargos en la FEU, organización en la que se manifestaron ya en  su juventud, los atributos del carácter que le acompañan: una excepcional laboriosidad, energía, sentimiento del colectivismo,  honestidad y una adecuada sociabilidad; aunque según él, los  rasgos que más lo definen son la total identificación con los  principios de la Revolución y una ilimitada confianza en su  Comandante en Jefe.

   Fueron todas estas características personales las que  influyeron a la hora en que el Comité Provincial del Partido  en Villa Clara, encabezado por su Primer Secretario, compañero Raúl Rodríguez, propusiera su nombre para la importante  responsabilidad que hoy desempeña como director del Instituto Nacional de Investigaciones para el Control Biológico. Y precisamente, con el  objetivo de conocer cómo fue que llegó a esta responsabilidad, es que le  lanzamos la primera interrogante al Doctor Ramos Solís.

    "Un día me citaron a la Dirección Provincial de la Empresa",  me cuenta sentado cómodamente en el despacho donde realizamos esta entrevista y que él ocupa ya desde hace diez  años. "En ello no había nada de extraordinario, pues como  Técnico Principal de la Empresa en el municipio, con frecuen­cia era llamado allí. Tampoco me extrañó que mi jefe provin­cial estuviera aguardando por mí para dirigirnos juntos hasta  el edificio del Partido, pues la mayoría de las orientaciones  que recibíamos y hasta los lineamientos mismos de nuestro  trabajo, partían del seno de la organización política, muchas  de ellas dispuestas por el propio Fidel. Cuando llegamos nos  hicieron pasar a un pequeño salón de reuniones, y la presen­cia allí del Viceministro Primero de la Agricultura, junto a un grupo de altos dirigentes de la provincia esperando por mí, me aseguraron de que no se trataba de un asunto rela­cionado con el trabajo cotidiano, pero nunca imaginé la tarea  que se me iba a platear".

    Y la reunión que Camilo Alberto intuyó no era para abordar cuestiones de la práctica diaria de sus funciones, se  convirtió en un punto de giro en la vida profesional del  veterinario, y especifico este plano, pues su vida personal  gozaba de una gran estabilidad.

   Tamara, su esposa era en la época en que ellos se conocieron  profesora de Geografía en la Escuela Secundaria Básica de  Cifuentes, y en su jeep muchas veces él la recogió en la carretera sin  que entre ellos se estableciera una relación más allá del saludo y de  comentarios  intrascendentes durante los tiempos del trayecto. Fue en una gira turística en la que coincidieron en el extranjero donde se inició la empatía "que luego dio lugar al amor", me cuenta y  sonríe.

    En 1978, Camilo fue seleccionado para realizar un viaje  de estímulo por la Unión Soviética durante quince días.  Podía haber llevado un acompañante, pero por diferentes  razones decidió ir solo. El grupo que conformaba la  delegación turística estaba integrado por catorce matrimonios, él y Tamara, que también viajaba sola al extranjero. Como cuando se vieron en el aeropuerto ya se conocían, y no así al resto de los compañeros del  grupo, se saludaron y se pusieron a conversar, y allí  mismo comenzaron las equivocaciones con respecto a ellos.  Todos los daban por pareja y tanto en el avión como en  los ómnibus turísticos en que se movieron por Moscú,  Minsk y Leningrado, tuvieron que sentarse juntos. En los  restaurantes, si las mesas eran de cuatro, compartían una  con alguno de los matrimonios que les acompañaban o  debían sentarse uno al lado del otro cuando era una mesa común para el grupo. En las fiestas, si querían bailar,  casi siempre tenían que invitarse ellos mismo, y en más  de un hotel a los que llegaban, les habían asignado una  habitación matrimonial. En todos se resolvía la situación, pero en el Leningrado no hubo forma de que les  dieran dos habitaciones y entonces Camilo, y él lo cuenta siempre sonriendo, tuvo que ir a dormir con Alexis, el  guía moscovita.

 

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   Tamara es graduada de la Licenciatura en Enseñanza Media y  Superior en la especialidad de Historia, Geografía y Astronomía del Instituto Superior Pedagógico Félix Varela de Santa Clara, centro donde desde 1981 trabaja como Profesora y  Vicedecana Docente en la Facultad de Humanidades. Madre de un par de gemelos de su primer matrimonio y de una hija de  Camilo Alberto, es un ejemplo típico de la mujer cubana  actual: trabajadora, ama de casa y revolucionaria que sabe  planificar su tiempo para poder cumplir con las tareas que  como militante del Partido Comunista que es, debe desempeñar,  además de sus responsabilidades como federada y miliciana.  

   Pero volvamos al asunto que motiva este trabajo.

   La probada adhesión de Camilo Alberto Ramos Solís a los  principios del Socialismo y la Revolución, su admiración  justa y sincera por Fidel, junto a su laboriosidad, su capacidad organizativa y su sentido de la responsabilidad y la disciplina eran suficientes para llevar adelante cualquier  tarea que se le asignara. Cuba tenía el propósito de abando­nar el uso de insecticidas y plaguicidas en sus cultivos, y a Ramos Solís se le planteó la necesidad de que fuera el direc­tor del Instituto Nacional de Investigaciones para el Control Biológico que se abriría en Santa Clara para realizar los  estudios pertinentes a tales fines.

   La designación del joven veterinario despertó inquietudes  en algunas personas, y él mismo fue el primero en dudar de su  capacidad para tal misión, pero los resultados alcanzados  por el centro en su primer decenio han demostrado lo acertado  del nombramiento de Ramos Solís.

   Los éxitos alcanzados por el INICBI (Instituto Nacional de  Investigaciones Científicas para el Control Biológico) en el campo de la investigación científica y los resultados econó­micos logrados por la aplicación de estos en la agricultura  son del dominio de determinados círculos en el ámbito políti­co y administrativo de la isla, pero no así por el gran público de la población. Solidaridad Socialista pretende con  la publicación de este trabajo que los lectores de nuestra  revista en todo el mundo conozcan no solo de estos logros,  sino también a la persona que los ha generado con su inte­ligencia y su corazón.

   Al doctor Ramos lo conocí en uno de sus frecuentes viajes  a la URSS para el intercambio con sus colegas del Instituto  de Biología Agrícola del Volgrado(*), en aquella oportuni­dad intenté acercarme al hombre que iniciaba estos trabajos en Cuba, pero siempre mi interlocutor interponía al científi­co, al dirigente y al revolucionario que hay en él, y no logré el acercamiento más personal e íntimo que pretendía. En aquella oportunidad recuerdo que sólo logré me enseñara una foto de su familia en la que aparecía con una bebita en  brazos: su hija Melba Aidee, junto a su esposa Tamara y los  hijos de esta: Ángel y Miguel, muchachos de unos diez u once  años cuando entonces.

   Hoy de visita yo en Cuba, regreso de nuevo a mi primera  intención e insisto en entrevistar al Doctor Ramos Solís,  pero a sabiendas  que no podré separar al individuo de su condición de ser social como erróneamente pretendía en el año ochenta y uno cuando conversábamos en la Plaza Roja de Moscú, mientras esperábamos nuestro turno para entrar al Mausoleo de Vladimir Ilich Lenin. Para ello, en primer lugar, me interesé por su trabajo y, con la debida autorización del Partido, le pido me invite a las instalaciones del INICBI. La cita queda concertada para el próximo día.

   Para mi sorpresa, es el propio Camilo Alberto quien pasa  por el hotel a recogerme. Maneja un Moscovich blanco forrado  interiormente de rojo vino. "Fue un regalo personal del  propio Comandante", me comenta orgulloso mientras atravesamos por debajo del follaje de las majaguas que bordean la  avenida de salida de la ciudad. "Me lo entregó cuando el  Instituto, por sus resultados, alcanzó la condición de Centro  Modelo en la Emulación Socialista del Sindicato de la Educa­ción y la Ciencia".

    ¿Era la primera vez que veías a Fidel personalmente?, le pregunté interesado por entrar en el conocimiento de  algunas de sus emociones más íntimas, sin saber que le había  dado pie para desviar la conversación a un tema que con tanto placer le gustaba abordar: hablar del máximo líder de la  Isla. "Fidel es un ser extraordinario", me comenta, "cuando  se está cerca de él o lo oyes hablar, es siempre como si fuera la primera vez".

   Y precisamente, el amor con que cuida el Moscovich, es  muestra de la admiración que Camilo siente por su Comandante  en Jefe. Se lo señalo, y él se sonríe. Entonces es que me  habla espontáneamente de su familia. "Los muchachos quieren  aprender a manejar, pero tendrán que hacerlo en el polaquito  de la madre, porque este no se lo presto a nadie".

   Los muchachos a que se refiere, son aquellos niños que hace ocho años vi en una foto en Moscú y que ya hoy terminan  sus estudios de Preuniversitario. Ángel, el más comunicativo y dispuesto, según el propio Camilo Alberto, el próximo curso irá a la Unión Soviética a estudiar Ingeniería Nuclear.  Miguel, por su parte, seguirá los pasos de la madre e ingre­sará en el Instituto Superior Pedagógico. Será la primera vez que estos gemelos, tan iguales físicamente, pero de tan  diferentes personalidades, se separen.

    ¿Y la niña?  pregunto yo  ¿Melba Aidee?,  pero la  llegada al INICBI interrumpe el tema de la conversación.

   Los edificios del Instituto de Investigaciones son cinco  módulos de dos plantas pintados de blanco para resaltar entre  tanto verde que le rodea. Después de atravesar frente  a la  garita de la entrada, una senda nos conduce hasta la plazoleta que sirve de estacionamiento y donde framboyanes encendi­dos de rojo, le dan sombra a los autos. Celebro la útil  belleza de aquellos árboles, pero mi anfitrión me explica que  no siempre es así, pues hay épocas del año en que las ramas  quedan desnudas de hojas y flores, entonces los carros care­cen de la protección para los intensos rayos del sol del  trópico. "En ese tiempo", me dice con cierta picardía, "yo no  saco el Moscovich del garaje de la casa".

   Caminando nos dirigimos al edificio donde radica la direc­ción y compruebo el respeto y admiración de los trabajadores  por su jefe. Todos le saludan con afecto. Al interés de  Camilo, el jardinero le responde que ya el niño está bien de  salud; a una de las muchachas de la oficina le entrega el libro prometido: el primer tomo de la novela El bloqueo de Alexandr Chakovski, y así, con todos los que nos vamos encontrando. Entramos al despacho y  mientras que el director del INICBI atiende unos asuntos  sobre su buró, examino el local con la vista. Todo es confor­table y moderno, sin lujo, pero organizado y limpio. Una foto de Fidel ocupa una de las paredes laterales del local y  constituye el único adorno sobre ellas.

   Pero pienso no tanto en el despacho, como en su dueño y  comprendo que cuanto más converso con él, más deseos siento  de preguntar, de enterarme, de comparar mi manera de ver la  vida con su habilidad para alegrarse de esta, de admirar a la  gente, a Fidel...

  Camilo es un magnífico interlocutor, sabe relatar y escuchar. Cuando habla de sí mismo, me parece que trata de desdo­blarse y verse con los ojos escudriñadores de los demás. No  entiende a las personas que prometen y no cumplen. No acepta la indisciplina y mucho menos la falta de honestidad.

    ¿De dónde saca, usted, tantas energías?

    "¡Lo sé!",  responde categórico con su peculiar sonrisa  tristona.  "De mi deseo de cumplirle a Fidel, a la Patria y al  Socialismo." 

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¡ A P R E N D A    R U S O !

   Los manuales de la editorial "Russki Yazik" (El idioma  Ruso) le ayudarán a conocer mejor la vida en la URSS, su rica  historia y cultura, los adelantos de la ciencia, la técnica y  de otras esferas.

   Usted puede adquirir estos libros en las librerías que  figuran en la página 176 de Solidaridad Socialista.

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   Centro Vanguardia Nacional desde 1984, el INICBI consolida  cada vez más su labor científica y la vincula con la producción agrícola del país, para ello, integrantes del colectivo  de investigadores forman parte de diferentes grupos multidis­ciplinarios que asesoran los planes del Ministerio de la  Agricultura.

   El ámbito de acción del INICBI no se limita sólo a Cuba,  pues pertenece al Sistema de Centros de Investigación de las  Ciencias Agropecuarias del CAME y mantiene vínculos de intercambio de información con centros y universidades de Francia,  Inglaterra, Canadá, México y Trinidad‑Tobago.

   El doctor Camilo Alberto Ramos Solís es Diputado por el  municipio de Sagua a la Asamblea Nacional del Poder Popular,  máximo órgano de gobierno en Cuba, y miembro del Comité  Provincial del Partido Comunista de Cuba en Villa Clara.  Posee la Medalla de la Alfabetización, la Medalla del Mérito  Científico, la Medalla de Soldado Internacionalista y la  Medalla de la Solidaridad, otorgada esta última por la República de Angola.

   A la pregunta de que si se siente satisfecho, Camilo  Alberto queda pensativo unos instantes y finalmente me responde: "satisfecho sí, pero no conforme. Un comunista nunca  puede estar conforme. Cada día hay que luchar por ser mejor, en lo personal y en lo social. Soy un convencido del futuro luminoso del socialismo, de la derrota total del capitalismo y del destino comunista de la sociedad humana, pero estos  logros serán más o menos inmediatos en la medida del esfuerzo  de todos y cada uno de nosotros. Ser capaz de dar lo mejor de  sí, es la más hermosa virtud del hombre...y de cualquier  país"  

   Logrado mi propósito de conocer profundamente a este  hombre, me apresto a abandonar el INICBI, y un grupo de  trabajadores del centro, encabezados por su director, salen a  despedirme, y para el último adiós, alguien grita:

    ─Viva la inquebrantable amistad cubano‑soviética!

    ─ ¡Viva! ─responden todos.     

                                                                                                                                                                                            

(*)Ver el trabajo  "Trigo en probeta"  en nuestra  revista Solidaridad Socialista # 5, de mayo de 1981



(*)Ver el trabajo  "Trigo en probeta"  en nuestra  revista Solidaridad Socialista # 5, de mayo de 1981.     

sábado, 17 de abril de 2021

Capítulo ocho

CAPÍTULO OCHO

Siempre al sur, guiados, no por la Cruz en el firmamento,  sino por la estrella de la bandera victoriosa del Socialismo  que ondearía en la entrada misma de la capital del imperio que  combatían para que se abrieran las puertas del paraíso a  tanto negro discriminado, tanta mujer explotada y tanto hijo  perdido, sólo cinco, cinco hombres como las cinco puntas de  la estrella solitaria, como los cinco días que ya se contaban  de haber abandonado el campamento para integrarse a la  ofensiva del otoño del setenta y siete, sobre los pechos, las  cananas de balas, y en las manos, listos los fusiles para el  disparo, bajo los pies tan sólo lodo y charcos[1] cinco  hombres escapados y perseguidos por la Muerte, afiebrados de  miedo y hambre, exhaustos, ocultos de día al acecho del olor del viento, de la posible alteración del ritmo del agua por entre las piedras al despeñarse en el abismo, a la quietud de la maleza donde se esconde la cobra, y fue él, Camilo  Alberto, y no el Teniente Coronel Brito, quien a la cabeza  del cortejo, marchaba lentamente, como un hombre fatigado, hundiendo penosamente en la tierra los pies torpes e  hinchados, cinco soldados: Ernesto, nombrado así por el Che,  el más joven, un niño apenas  exclamaría quien le viera  imberbe a pesar de sus dieciocho años, Alesio, Roberto, el  hijo del molinero. Santiago con su figura recia que inspiraba  calma y confianza, el más bello de los cinco, herido, el  único herido de los cinco hombres; véndame  le había pedido  a Camilo Alberto cuando se encontraron; yo lo hago  exigió Alesio, se arrastró junto a Santiago y lo ayudó a quitarse la camisa; fue a sedal  dijo mientras que con el agua de su cantimplora le limpiaba los coágulos prendidos en la  abundante vellosidad del pecho, era inexplicable que  estuvieran vivos cuando el humo negro que se levantaba por sobre los árboles, el olor a pólvora y la amargura por tantos compañeros destrozados entonaban requien también por ellos, Roberto, el más sorprendido de todos, sin saber por qué habían sobrevivido, de día alerta a la quietud de la maleza donde se esconde la cobra, a la alucinación constante  de los helicópteros,  y  de noche  guiados, no  por la  Cruz en  el  firmamento, sino por las banderas victoriosas del Socialismo, siempre al sur a pesar de las protestas de Alesio: debemos regresar  había exigido; no  enfatizó Camilo Alberto, se nos ha encomendado una misión que debemos cumplir; Santiago está herido y necesita atención médica  dijo Alesio y se  puso de pie dispuesto a ayudar a su amigo; nos van a ver  susurró asustado Ernesto al momento que saltaba sobre Alesio derrumbándolo nuevamente al suelo; vinimos a morir, ¿no?  dijo Roberto, el destino se cumple, lo que está escrito es ley, y nosotros vinimos a morir para que la bandera rojinegra  de las estrellas victoriosas del Socialismo ondee en la capital del imperio que combatimos; es la misión que nos ha encomendado el Partido  reafirmó nuevamente Camilo Alberto, para que se abran las puertas del paraíso a tanto negro discriminado, tanta mujer explotada y tanto hijo perdido; no jodas más con lo de tanto hijo perdido, el hombre que se ha perdido en un país  extraño y desconocido y sabe que se ha perdido, empieza a  buscar su propio camino, y el que se encuentra en la misma  situación y no advierte que ha perdido la vía justa, no tiene  siguiera esta posibilidad, y eso somos nosotros; tú estás loco, Roberto  dijo Alesio; haremos lo que Camilo diga, él es el Político  sentenció Santiago, y Ernesto se lo agradeció, Alesio se arrastró nuevamente hasta Santiago para ayudarlo a incorporarse, pero Camilo lo detuvo con su orden; debemos esperar a que oscurezca; de día, alerta a la quietud de la maleza donde se esconde la cobra, a la alucinación constante de los helicópteros, y de noche, guiados, no por la Cruz en el firmamento, sino por la bandera tricolor, marcharon para cumplir la encomienda del Partido, siempre ocultos, desde que salieron del puerto de Matanzas, y desde antes, durante los dos meses de entrenamiento en El Nicho, ocultas las acciones y secretas las intenciones, en Cuba todo el mundo lo sabía, pero nadie lo hablaba, eran quizás sólo los pájaros del monte que de tanto habérselo oído a los  negros en su añoranza, lo incorporaron a su canto: África, África..., o los camiones militares por la madrugada ronrroneándolo en sus motores: guerra, guerra..., y las luces de los semáforos: verde y rojo, rojo y  verde..., quienes únicos se atrevían a mencionar las palabras que se fraguaban en edictos de gavetas por secretos ministerios, pero que con el tiempo se convertirían en conjuro trágico del viento sobre las briznas en el campo; después de haber perdido a sus hijos, Camilo lo decidió y  se creyó único, quien por pura y espontánea voluntad cumpliría la misión internacionalista encomendada por el Partido para salvar a tanto negro discriminado, tanta m7ujer explotada y tanto hijo perdido; Ernesto nombrado así por el Che, también estaba en la oficina de reclutamiento por pura y espontánea voluntad, después coincidimos en la bodegas del Río Damují convertidas en dormitorios perennes de ocultas tropas a la insolencia de tanto avión norteamericano sobre­ volándole, Camilo ocupó una litera cercana a la de Ernesto, y desde allí le oyó los proyectos de heroicidad con que viajaba  el muchacho, toda conquista es la tumba de una esperanza, y  Ernesto vivía esperanzado con llegar a ser héroe; en Luanda fue para Cacuaco, y Camilo para la unidad de tránsito de los oficiales: Futungo, sólo se volvieron a encontrar cuando se  formaron las tropas que irían al frente encargadas de cumplir  la misión del Partido de llevar al sur las banderas victoriosas de la estrella solitaria, y como iluminado, ya sin la guayabera del camuflaje para el viaje en las ocultas bodegas del Río Damují, Camilo lo vio amortajado de héroe con su traje verde olivo, sus botas rusas y la mochila con el avituallamiento para la guerra; yo lo veía por tercera vez, pero era la primera a la luz del día, en un jeep semejante al que tenía en Cuba para el trabajo, nos trasladamos hasta la Unidad donde esperaba el grueso de la tropa, Brito, el Teniente Coronel que dirigiría la operación, dos capitanes y yo, como político, éramos el Estado Mayor constituido para el avance de la caravana que se dirigiría al punto cardinal hacia el que  también quería ir Ernesto para cooperar en los propósitos de  ayuda que nuestro país le brindaba a Angola para su liberación, y ser héroe; yo quiero ser héroe  me dijo en la oscuridad de la bodega del barco, y quizás por probar los vítores que esperaba recibir a su regreso o por un elemental sentimiento de solidaridad humana que tiene todo buen co­munista, habíase escapado a la quimbería cercana a la Unidad y por entre las chozas de barro y caña, con un turba de mujeres y muchachos que lo aclamaban, fue entregando los suministros que para su alimentación había recibido, mas no conforme con tanta indisciplina, se había fajado a los puños con un hombre, porque le comía una de las latas holandesa de carne que él, Ernesto, le había regalado al hijo, y castigado, no saldría en la caravana hacia el frente de batalla en el sur, por lo que al verme en el jeep del Estado Mayor, vio los cielos abiertos y se me acercó, yo lo veía por tercera vez, pero era la primera a la luz del día y me pareció todav­ía más joven que cuando lo había visto entre las sombras; llévame contigo, compadre  me suplicó cuando se me acercó a hablarme sin siguiera el saludo militar que me debía ahora que yo era oficial, pero me dio gracia y lástima a la vez y  le contesté que vería qué podría hacer por él, pues qué  hubiera hecho yo si un padre manganzón se pone a comerse  descaradamente mi lata de carne holandesa que yo le hubiera dado al hijo, y me vino a la cabeza la duda de que si valdría la pena pelear por hijos perdidos de semejantes padres: vagos y haraganes, pero en mi pensamiento no había desviación ideológica alguna, pues si bien peléabamos por ellos, también les llevábamos  lejos a los hijos perdidos para que pudieran estudiar y hacerse hombres útiles a su patria, entonces, por la Patria, valdría la pena machacarle los dientes al padre que le comiera, aunque fuera carne de perro, el alimento de su hijo, y de seguro ese fue el sentimiento de Ernesto cuando agredió a aquel negro vago y manganzón, y aunque no era precisamente a los negros a quienes veníamos a combatir, sino a los que los discriminaban, Ernesto, al menos para mí, actuó como un héroe digno del nombre que llevaba cuando le machacó los dientes a semejante padre; voy a ver qué puedo hacer  le dije, y no sé por qué lo hice, por qué lo dejé con la duda de si lo llevaría o no en la caravana, cuando ya estaba decidido en mí que soldado semejante, capaz de romperle los dientes al primer negro que le comiera la comida a su hijo, debía estar en el frente sur, dispuesto a llevar la hoz y el martillo de las banderas victoriosas del Socialismo a las  puertas mismas de la capital del imperio para que se abrieran  al paraíso; ¿cuándo llegaremos?  le preguntó Santiago a Camilo Alberto en el antepenúltimo camión de la caravana, Camilo le iba a responder que antes del anochecer, pero la explosión de la mina se lo impidió, hacía ya más de treinta y seis horas que habían salido, pues la marcha era lenta y lejos el destino, los zapadores debían revisar minuciosamente cada puente y cada tramo sospechoso de la carretera, detenerse y esperar, entonces se hacía café, se encendía un cigarro y se orinaba junto a los vehículos, nunca en la maleza donde se esconde la cobra y acecha el enemigo, orinar y defecar; Camilo Alberto aprovechaba las paradas en la que los zapadores revisaban minuciosamente cada puente y cada tramo sospechoso de la carretera y se cambiaba de vehículo para viajar un rato cada vez con un grupo diferente de la tropa; cuéntale, cuéntale al Político lo que te pasó en el barco; lo importante es que estoy aquí, dijo Santiago; ¡silencio!  ordenó Camilo Alberto, y los cinco hombres apretaron el fusil en sus manos y permanecieron quietos en sus escondrijo dentro de la maleza donde acecha la cobra, pero era que el temporal de primavera se acercaba rápidamente, las pesadas nubes negras alcanzaban ya el punto más alto del cielo, iban al encuentro del tempo­ral, los relámpagos se encendían cada vez más a menudo y los  truenos que ya no sonaban en el lejano horizonte sino esta­llaban por encima de las tinieblas próximas caían largamente en la oscuridad prolongando en el eco su murmullo amenazador para estallar antes de que llegara a hacerse el silencio en la oscura bóveda del cielo con un relámpago repentino que parecía brotar de una larga inmovilidad acompañado por truenos cada vez más ensordecedores, el viento levantó una nube amarilla sobre la amplia llanura; nada, que yo no estaba acostumbrado a cagar donde me vieran, y en el barco había que hacerlo en la cubierta; estuvo quince días sin dar del cuerpo  y por poco se muere  dijo Alesio burlándose; hasta que me  bajé los pantalones delante de todo el mundo, me agaché agarrado a un tubo con las nalgas para el mar, como todos mis compañeros, y pensé: lo que de mí salga, es para los imperialistas que no quieren que Angola sea libre; todos se rieron y fue entonces cuando Santiago, queriendo cambiar la conversación, le preguntó a Camilo Alberto que cuando llegarían; Camilo le iba a responder que antes del anochecer, pero la explosión de la mina se lo  impidió, entonces, sin hablar, extraje de la vaina mi corta daga de cazador y de un solo golpe introduje la hoja hasta la empuñadura en el cuello terso y reluciente de mi caballo andaluz, cayó a mis pies con los ojos ya oscurecidos por el velo de la muerte, blanco e inmenso, los temblores de la agonía sacudían su vientre y sus ágiles piernas nerviosas, y cuando me incliné sobre él y extraje la daga del cuello la sangre empezó a brotar a borbotones impetuosos a través de la herida, y cuando el silencio se hizo como un manto más oscuro que el humo que brotaba atropelladamente de lo que fue la  caravana victoriosa al sur para ensuciar el azul del cielo, soldados no blancos, rubios ni ojiazules, sino negros como los mismos negros que las tropas cubanas intentaban ayudar a liberarse, comenzaron a descender de las colinas a ambos lados de la carretera para inspeccionar los restos de tanques, camiones y jeeps calcinados, cuerpos destrozados como aquel que aún ardía junto a la cuneta, y el extraño olor, mezcla de pólvora, sangre y carne quemada que le re­cordó a Camilo Alberto las verbenas de la patrona de Jarahue­ca, con sus cientos de voladores explotando como hacía un momento los obuses, las granadas y los cohetes, y los sofri­tos y aceites donde se freían las empanadas, morcillas, picadillo y tortillas de las fiestas; "venid  y vamos todos con flores a María, con flores a Porfía que madre nuestra es"; ¿por qué estaba vivo?, no lo sabía y poco le hubiera importado que lo encontraran allí, donde mismo se esconde la cobra, y lo masacraran a tiros como vio hacer con uno de sus compañeros que, entre los muertos, se quejó, y como de seguro hacían aquellas otras ráfagas que oía a intervalos rompiendo el oscuro silencio de la muerte, no le importaba que hicieran igual con él, la muerte era opción voluntaria del lema emblemático del gobierno de su país y él lo había asumido como suyo, muerto además, no habría sospecha alguna de cobardía, pero sí prisionero, prisionero existiría la duda, y él sabía que estuvo disparando hasta último momento, cumpliendo la misión que lo llevó hasta aquellas llanadas en el fondo del mundo, misión que como Político de la caravana había explicado una y tantas veces, todo ello lo sabía: la misión y su comportamiento durante el asalto, lo que no sabía era por qué estaba vivo, en qué sitio se quedó la bala que debía  haberle cercenado la vida, como al Teniente Coronel Brito, a los capitanes y hasta el último soldado que conformaba la tropa al sur, sin saber por qué estaba vivo, no se iba a dejar tomar prisionero, cuando uno de aquellos negros mercenarios se le acercara y lo descubriera, le dispararía, y ese, al menos ese, el primero que lo viera, no iba a ser quien firmara su certificado de valentía en el cumplimiento de la honrosa misión, su pase al sitial de los mártires, quizás estaba vivo para verle la cara, frente a frente, a uno de los enemigos que discriminaban a tanto negro, explotaban a tanta mujer y desaparecían a tanto hijo perdido, ¡y cómo estarían ya de grande sus hijos!, tía Cuca fue hasta Santa Clara antes de que él saliera para Angola y le entregó la foto que le habían dedicado: "para papi, de sus hijos perdidos Camilo Ernesto y Raúl Alberto"; a expensas de que lo descubrieran, Camilo Alberto se llevó la mano a la cabeza para comprobar si estaba o no herido, pues comenzó a oír la música del carrusel que visitaba a Jarahueca para las fiestas de su patrona y pensó que se estaba muriendo; "de tu divino rostro me alejo  con pesar, permíteme que vuelva tus plantas a besar"; Nina Solís era presbiteriana y no iba a la procesión, pero dejaba que Gustavo llevara a los hijos al parque de diversiones que armaban cuando las verbenas de la patrona en la plazoleta al  final del Paseo; no los sueltes le encargaba siempre, que se pueden perder, y perdido estaba, no lo habían herido, pero tenía un fuerte golpe en la cabeza y con los soldados ene­migos a escasos metros de él, la vista se le comenzó a nublar y terminó por desmayarse, volvió en sí cuando ya era de noche, la luz de la luna en el rostro no dejaba verle la cara a quien tenía inclinado sobre él, quiso tomar el fusil para no dejarse coger prisionero, pero no lo encontró a su lado, fue entonces cuando vio a quien intentaba darle de beber, la noche precoz de abril se había encargado de envolver la tierra con sombras cada ves más impenetrables, para que los cinco hombres, como las cinco puntas de las estrellas, se pusieran en  marcha para llevar hasta las puertas mismas del imperio que  combatían, las banderas victoriosas del Socialismo, esa era la misión que se les había encomendado y debían cumplirla, y cinco días y cinco noches, desde la emboscada que había destruido la caravana, llevaban los cinco hombres en marcha siempre al sur; Santiago tiene fiebre  dijo Alesio, es necesario que lo vea un médico; ¿para qué?  preguntó Rober­to, el hijo del molinero, ¿acaso tú no viste hoy a los buitres sobrevolándonos?, los buítres huelen la muerte, y el destino de Santiago es morir; Político, calle a este loco de  mierda exigió colérico Alesio, si no quiere que le de un tiro en medio de la cabeza, y el ruido como de cerrojo que abre y cierra cuando se monta un fusil, silenció a los insectos de la noche para que se oyera el eco de la voz de Roberto repetir compulsivamente una y otra vez cuál era el destino de todos ellos, deja esa arma  le ordenó Camilo  Alberto al que ya apuntaba a Roberto; y hubiese apretado el  gatillo, si otra voz no se hubiese sentir pesada y tangible; si disparas, te mato, Alesio,  y de nuevo el ruido de cerrojo que abre y cierra, esta vez desde el fusil del más joven de los cinco, y entonces fueron las lechuzas quienes permanecieron quietas y atentas, con sus grandes ojos, abiertos desde las ramas bajas de los árboles; tú si no estás loco; no, no estoy loco dijo Ernesto, pero soy un héroe, y los héroes, por vengar a un compañero, hasta le dan un tiro en la cabeza a quien también hasta ese momento haya sido su amigo; Alesio bajó el arma y la risa burlona que soltó, fue más agresiva que la descarga que producirían cinco fusiles juntos; tú lo que eres, es un comemierda, si tú fueras héroe, hubieras matado a todos los soldados de la UNITA que hicieron mierda a la caravana y ahora no estuvieras oculto como yo tengo a mis pendejos; ¡basta ya, cojones! gritó Camilo Alberto de pie entre los tres hombres que discutían, bajen esas armas!, nosotros no vinimos aquí para estar discu­tiendo, nuestra misión...; está bien, Político, dijo Alesio conteniendo su ira, pero deje usted también esa bobería de al sur con no sé ya que puñetera bandera; ¡al sur, Alesio, aunque no te guste!; a mí me da lo mismo el sur, que el norte,  que a casa del carajo, pero Santiago tiene fiebre y se va a morir; ¿y qué tú quieres que hagamos? ¿quedarnos aquí?,  ¿regresar a la carretera para preguntar al primero que pase por un médico?, dime, ¿dónde quieres ir?; Alesio no supo qué responder y se limitó a bajar la cabeza; ¡al sur, Alesio, al sur!, en el sur combaten nuestras tropas...; recuerde que nosotros éramos su refuerzo se atrevió a decir Alesio con ironía, y después de una breve pausa, agregó, ¿existirán todavía?; sí, y combaten, porque los guía la bandera de la estrella solitaria; por eso es que yo quiero ir al sur dijo Ernesto, para pelear y demostrar que soy un héroe, para cuando llegue a Cuba, los dirigentes del Partido, los Generales del Ejército y los periodistas me vayan a esperar al aeropuerto, porque regresaré en avión, en un avionzote grande como carajo, un avión blanco, limpio y bonito como en los que viajan los héroes de Viet Nam y la gente importante, y no en un barco de mierda, sucio y  calu­roso, y la noche de mi llegada, me pondrán al pecho cinco medallas al Mérito Combativo, cinco más de Héroe Entoletado, Cinco por Cojonudo de Madre y cinco de...; ¡al sur! inte­rrumpió Camilo e indicó el sendero, debemos aprovechar la  noche; el sendero descendía a la vasta llanura donde brilla­ban algunas lagunas verdes, semejantes a espejos verdes inmóviles y donde de la tierra gris e inmóvil surgían unos árboles solitarios, de nuevo un relámpago impaciente se deslizó entre los cúmulos de nubes, negras cornejas se levantaron de los últimos árboles en el lindero del bosque, y volaron casi rozando la tierra hacia las lagunas verdes, se oyó el murmullo lejano de un lejano trueno; Santiago sonrió cuando lo escuchó; ¿oíste, Alesio?, ya estamos cerca, fue un cañonazo; Alesio sabía que no era un cañonazo, pero no quiso desilusionar a su amigo y afirmó con la cabeza; ya estamos llegando; entonces Santiago hizo un esfuerzo para girar la cabeza sin detener la marcha para buscar a Ernesto con la mirada; Ernesto cerraba la hilera de los cinco hombres que marchaban amparados en la oscuridad de la noche por un sende­ro natural entre las verdes lagunas de aquel paraje; pronto vas a poder demostrar que eres un héroe, ya se oyen los tiros   dijo Santiago y se desmayó; ¡Político!, Alesio lo sostuvo pues para algo caminaba a su lado y lo acomodó en el suelo; ¿qué pasa?  preguntó Camilo cuando llegó; Santiago se  desmayó; déjame verle la herida,  dijo y se agachó junto al  muchacho, le abrió la camisa y le miró la venda que le había  improvisado sobre el costado del pecho; no está sangrando;  está muy débil,  dijo Alesio, se desmayó de hambre; tenemos  que buscar algo de comer,  dijo Ernesto y se ofreció para dar una vuelta por una de aquellas lagunas mientras que Santiago se reponía; que me acompañe Roberto, si su destino es morir, no importa lo que le pueda ocurrir  agregó burlón, con una mano invitó a su compañero a seguirlo, y se alejaron, las nubes seguían pasando veloces por delante de la luna llena, por lo que la luz y las sombras se alternaban sobre los tres hombres que quedaron en el lugar, Alesio intentaba darle a tomar agua a Santiago, mientras que Camilo Alberto se mantenía atento del olor del viento, a la posible alteración rítmica del agua por entre las piedras al despeñarse en el abismo, a la quietud de la maleza donde se  esconde la cobra, pues aunque sucio, hambriento y exhausto, no olvidaba la misión que debía cumplir y por ello no permitía que ninguno de sus hombres abandonara el fusil ni las  cananas sobre el pecho, ni aún Santiago que estaba herido; por las banderas victoriosas del Socialismo, la de la estre­lla solitaria y la rojinegra que ayudaban a defender, a Camilo le pareció de golpe que todo lo que en aquel momento veía era un sueño y que bastaba alzar la mano o respirar profundo para despertar en otro mundo, pero en cuál quisiera hacerlo, pensó en sus hijos, en la foto que tía Cuca le llevó a Santa Clara unos días antes de que él viniera para Angola, estaban en trusa, e imaginó que podía estar junto a ellos, no en Miami Beach que era seguro a donde se iban a bañar cuando les tomaron la foto, sino en Varadero, entonces supo que quería estar en Varadero con sus hijos, y no en aquel sitio agreste, cansado, ham­briento y con miedo, haría con ellos lo que su padre hacía con él y con su hermano, por turno sostendría a sus hijos sobre los hombros para que se tiraran cuando viniera la ola y los enseñaría a nadar, Camilo Ernesto, aunque más alto y sin la sonrisa que siempre tuvo, se parecía a la imagen que recordaba de él, pero no así Alberto Raúl, podían haber retratado a cualquier muchacho de esa edad y decirle que era su otro hijo, pues para él hubiera sido igual, al menos así no lo recordaba; no se mueva, Político  le oyó decir a Alesio y sin necesidad de alzar la mano o respirar profundo, volvió de nuevo a aquel triste mundo de la realidad; no se  mueva; Camilo Alberto levantó la vista, ya Santiago había  vuelto en sí y permanecía sentado y ajeno junto al tronco de un árbol, cerca de él, como siempre, Alesio; no se mueva; Camilo Alberto vio que lo apuntaba con el fusil y le hubiera dicho que bajara esa arma, que si se había vuelto loco o cualquier cosa por el estilo, pero no tuvo tiempo de abrir la boca; no se mueva, Político, y un fogonazo desde el cañón que lo apuntaba iluminó un instante el pareje, el ruido del disparo fue seco, pero llenó el espacio para silenciar todos los demás sonidos de la noche, y sólo, el intenso aleteo de cientos de pájaros asustados que levantaron vuelo desde las ramas de los árboles remedaron los aplausos del público a la representación para que de nuevo la tranquilidad aparente de la noche cayera como el telón del teatro cuando finaliza la función; Ernesto y Roberto llegaron corriendo antes de que los protagonistas del hecho hubieran reaccionado; ¿qué ocu­rrió?; ¿y ese disparo?; lo iba a atacar  dijo Alesio seña­lando el cocodrilo que yacía muerto detrás de Camilo Alberto; tenemos que salir de aquí, esto es un pantano y está lleno de cocodrilos; es la muerte que nos acecha  sentenció Roberto mientras ayudaba a Santiago a ponerse de pie; vamos, Ernesto,   ordenó Camilo, pero el muchacho se detuvo un momento junto al animal muerto, extrajo su cuchillo de combate y le cortó la cola al reptil, limpió la hoja del arma en la hierba, lo volvió a guardar en su vaina y en una misma acción física, se puso de pie mientras se echaba sobre un hombre la porción de carne cercenada; ya tenemos qué comer  exclamó y apresuró la marcha pensando satisfecho que así debían comportarse los héroes; me importan un pito las misiones históricas y yo no tengo ningún deseo de morirme,  dijo Alesio después de haber caminado toda la noche por entre los pantanos, mordía un suculento pedazo de carne de cocodrilo que más que asado, chamusqueado sin sal ni condimentos, le sabía a gloria, como también le sabía a los otros cuatro hombres que comple­taban las cinco puntas de una estrella alrededor de la peque­ña fogata donde además de comer, se calentaban y secaban las ropas mojadas y sucias de sangre y fango, rotas y mal olien­tes; si por mí hubiera sido…,  hizo una pausa para morder la carne que sostenía clavada en la ballesta de su fusil, en un movimiento horizontal de su mandíbula cortó un pedazo de carne con los incisivos y se la introdujo en la boca sin necesidad de usar las manos para ello, lo masticó un poco, iba a seguir hablando aún con la boca llena, pero cogió la cantimplora que ya destapada mantenía entre las piernas, se la llevó a los labios, echó hacia atrás la cabeza y la nuez de Adán comenzó a movérsele una y otra vez mientras tragaba el agua, lo mío no es esto, lo mío es comer y gozar, yo no soy héroe, me importa un pito las misiones históricas y no tengo ningún deseo de morirme, a mí  me gustan las mujeres..., por eso es que quiero irme para el pueblo, pues mira el tiempo que llevo aquí sin siguiera oler a una de lejos, el olor de las mujeres es un olor especial, como una mezcla de leche agria y jazmín florecido, olor sabroso: a hembra, y cuando tú le dices algo bonito o le pasas la mano, el olor ese le empieza a brotar hasta por el pelo, las de aquí no huelen así, y no es porque sean negras, es que es distinto, y el gesto de acariciarse los genitales fue inevitable, sonrió con picardía y miró a Camilo Alberto; Político, ¿quién lo viera a usted ahora con la hermana del Sargento?, una clase de hembrota que ni para qué les cuento; cállate ya, Alesio  ordenó molesto Camilo Alberto; es que se llenó la panza y a este, cuando tiene la barriga llena, le da por hablar, y hablar mierda,  dijo Santiago; hoy comiste carne de cocodrilo, Alesio; yo le meto el diente a cualquier cosa; pero para probar de la humana, tienes que esperar llegar a Cuba,  dijo Ernesto,  aunque no quieras, vas a regresar de héroe y entonces tendrás  las mujeres a montones; a lo mejor  continuó Alesio la broma,  el Partido o hasta el mismo Fidel nos asignan cinco hembrotas a cada uno para desquitarnos las ganas de tantos meses; ¿quieren callarse todos?, ¡coño!; déjelos Político, déjelos que hablen, que cuando los gusanos le coman la lengua, no lo van a poder hacer; Roberto, no empieces tú con la misma cantaleta, aquí no vinimos a ser héroes, pero tampoco a morir, nuestra misión es llevar las banderas victoriosas del Socialismo hasta las puertas mismas de la capital del imperio que discrimina a tanto negro, explota a tanta mujer y extravía a tanto hijo perdido, dijo: a muchas empresas gloriosas puede aspirar un cristiano en la tierra,  muchas empresas gloriosas puede realizar, pero cualquier que sea el fin que tienda, sea cual sea el acto que cumpla, todas  sus aspiraciones y sus empresas, semejantes a las estrellas que palidecen frente al sol, deben palidecer y apagarse frente a una misión suprema, y esta misión suprema es la lejana ciudad de Jerusalén, donde se halla el sepulcro solitario de Cristo, que para vituperio de toda la cristiandad y para vergüenza perpetua de todo cristiano desde hace mucho tiempo permanece en manos de los turcos infieles; y quedó el silencio después que Camilo Alberto habló, Roberto bajó la mirada, Santiago se acomodó la venda de la herida, Ernesto apretó en su mano el fusil y Alesio se puso de pie; voy a cagar  dijo y se alejó; primero fue una bandada de pájaros que voló desde las ramas del árbol donde había pasado la noche, el sol ya se anunciaba en el horizonte, y el aleteo fue brusco y asustado, después la chillería de un grupo de  monos que al parecer huían de algún inminente peligro, pero casi juntos; ¡al suelo!  ordenó oportunamente Camilo  Alberto, pues en ese momento comenzaron a cruzar sobre ellos los proyectiles procedentes de dos direcciones diferentes; ya Alesio no les podía avisar como fue su primera intención cuando descubrió la cercanía del campamento enemigo, pero allí estaban los negros que se habían acabado de despertar, sin camisa acercándose a donde les servían un líquido pardusco y humeante, recogían sus pertenencias y las acomodaban en las mochilas que se echarían en la espalda  junto al fusil que cada uno portaba u orinaban por diferentes sitios; Alesio había terminado de hacer su necesidad, se limpió con unas hojas y fue a ponerse de pie para arreglarse el pantalón y regresar junto a sus compañeros sin saber del soldado que habiendo estado de guardia la noche anterior para cuidar el sueño en el improvisado campamento de campaña, lo observaba a pocos metros de él, sorprendido de aquel hombre agachado entre la maleza, esperó que se pusiera de pie para saberlo negro o blanco sin dejar de apuntarlo con su fusil y fue entonces cuando Alesio lo vio e intentó disparar primero, pero ya el plomo que terminaría con su vida había salido por la fría boca de hierro de su madriguera y venía a sembrársele en el pecho del cubano, la presión del dedo sobre el gatillo, más que respuesta voluntaria del cerebro, fue provocada por la fuerza del impacto de la bala que le hizo saltar por el aire, cayó de bruces, no obstante la espesura de su sayal sintió bajo las rodillas la tierra húmeda y blanda, sintió el olor de la tierra y después sintió bajo las manos la humedad de la tierra (...) y así, tocando el suelo con manos y rodi­llas, sin ver nada, pero con la boca abierta que absorbía el húmedo olor de la tierra, escuchando sobre él el inmenso cántico que lentamente se elevaba por encima de las tinieblas, cayó tendido al suelo con todo el peso de su gran cuerpo, yacía boca arriba y tenía los ojos abiertos, sentía bajo la nuca, bajo la espalda y bajo las piernas inertes e inmóviles, la tierra húmeda, no veré más Jerusalén  pensó, y escuchaba el coro de voces altas de los infantes que se elevaban a alturas tan vertiginosas que le pareció ya extraño e indiferente: ¡coño, que no se escapen, hay que matarlo a todos!; ¡dispara, cabrón, no te apendejes!, por la izquierda, por la izquierda; en tanto los pies desnudos ya sucios de los niños que sólo sabían de sudor y de tierra, le penetraban en el vientre, en el pecho, en los hombros, en el rostro, se sumergían en él como en la tierra húmeda, así yació hasta que, mientras los ojos se le oscurecían, vio las tinieblas cerrarse en silencio sobre aquellas piernas y aquellos pies que lo sumergían cada vez más en la tierra húmeda, pensó: no es la mentira sino la verdad lo que asesina la esperanza, y mientras lo pensaba se hizo la oscuridad, en él y fuera de él, hubo un instante de terror, Camilo Alberto había  comprendido lo que ocurría y ordenó disparar, no era el  momento de ponerse a pensar cómo habían llegado hasta allí sin haber sido vistos por sus compañeros de Lucha Contra Bandidos ni descubiertos hasta entonces por el enemigo, y ordenó disparar para apoyar el fuego del cerco cubano sobre el campamento de la UNITA, era la oportunidad de salvar, no tanto sus vidas, sino los principios por lo que luchaban: ¡por las banderas victoriosas del Socialismo, grito, al sur!

    Y caminaron toda la noches.   

 


 



[1] Todos los subrayados  pertenecen a la novela Las puertas del paraíso de Jersy Andrzejewsji, libro al que le hago un homenaje en este  capítulo  al imitar su composición, pues el mismo se compone de dos únicas frases, una primera larga y la otra de sólo cinco  palabras

 

sábado, 10 de abril de 2021

Capítulo siete

CAPÍTULO SIETE. 

 

DE LA CARTA DE RITA A SUS PADRES CON FECHA 7 DE FEBRERO DE 1973.

Querido papi, querida mami: Quisiera poder decirles que estoy bien, pero no es verdad, no tengo ni siguiera con quien quejarme de mi suerte, así que tienen que perdonarme que los atormente con mis lamentos. ¡Cuánto necesito que estén conmigo! Camilo sigue ciego y sordo. Yo le he jurado por mis hijos, como se los juro a ustedes, que no le he sido infiel, pero él no quiere saber de razón alguna. Sé que ustedes, sobretodo, tú, mami, me van a criticar, pero Camilo es el único hombre que yo he querido y no estoy dispuesta a perderlo así como así. Cada vez que lo veo, me pongo a llorar y a rogarle que vuelva para su hogar. El dice que si sigo con la misma majadería, va a tener que dejar de venir a la casa; yo sé que mi comportamiento afecta a los niños, pero es que también por ellos es que lo hago. Camilo Ernesto comprende más la situación y con lo cariñoso que era, se ha vuelto agresivo y se me está orinando de nuevo en la cama. Alberto Raúl, que por su edad fuera de pensar que no se percata de lo que ocurre, se ha vuelto inapetente, la seño del Círculo me dice que lo nota triste, y hasta se ha puesto flaquito, pero a Camilo no le importa nada de esto. Para él primero está el prestigio, el puñetero carné de militante y la mala intención de sabrá quién que inventó esta calumnia para destruir mi felicidad (...) Tienen que venir. Los necesito mucho. Yo sola no puedo con un trabajo, una casa y dos niños. Estoy desesperada nada más de pensar que uno de ellos se me enferme y lo tenga que ingresar en el hospital. Quizás si ustedes hablaran con Camilo, él se decidiría a volver conmigo (...) Yo no tengo hermanos ni nadie más en este mundo que ustedes. Tía Coca y tío Andrés viven en La Habana, y con los parientes de aquí no puedo contar (...)

 

 

NOTA SIN FECHA DE RITA A CAMILO ALBERTO, PRESUMIBLEMENTE DE MARZO O ABRIL DE 1973.

Camilo: Voy a tener que dar órdenes en el Círculo Infantil para que no te entreguen más a los niños. Si los quieres seguir recogiendo algunos días, tienes que traerlos para la casa y jugar aquí con ellos, pero no puedes alterarle sus horarios de vida. Mira ayer a qué hora te viniste a aparecer con los niños, y no quieres ni que yo te diga nada ni te hable. Después te vas y los dejas alterados y llorando, y soy yo quien se tiene que quedar con el problema. Si tanto los quieres, ya sabes lo que tendrías que hacer, pero me doy cuenta de que tú lo que no tienes son pantalones para enfrentarte a las malas lenguas que sólo han querido hacerte daño, pero ya te pesara, pues yo no estoy dispuesta a seguir soportando esta situación. Quédate con tu prestigio, tu militancia y tu honor, pero no vengas a afectar a mis hijos más de lo que has hecho ya. Cuando quieras verlos, ven a la casa. Rita.

 

 

 

DE LA CARTA DE RITA A SUS PADRES CON FECHA 6 DE JUNIO DE 1973.

Queridos papi y mami: Acabo de recibir la carta de ustedes del 20 de mayo. Por lo rápido que me llegó y el sello cubano que trae el sobre, sé que la mandaron con alguien que venía para acá. Pensé que me traía buenas noticias, pero ya veo que le siguen dando largas al asunto. Perdónenme que se los diga, pero me han defraudado mucho, pues para ustedes también es más importante el trabajo y las responsabilidades con la Revolución que las obligaciones que debían tener para conmigo. Yo sigo sola y pasando la de Caín. Tía Coca está viniendo todos los meses, pero sólo se puede pasar conmigo una semana o a lo sumo diez días. Verdad es que me ayuda mucho y me sirve de consuelo, pero no puede estar aquí todo el tiempo y dejar su casa y a tío Andrés (...) Está bien que papi no pueda dejar de momento los negocios de su trabajo, pero por qué mami no puede venir antes (...) Tía Coca me sugirió que le propusiera a ustedes mudarnos para La Habana, pues así ella me podría ayudar más. Necesito saber qué creen ustedes de eso. Pienso que cuando regresen, por lo menos a papi le propongan trabajo en el Ministerio, y ya tendrían casa en la capital. Si mami vienes antes, puede ocuparse de la permuta y escoger la casa o el apartamento que más le guste (...) Yo no quisiera alejarme de Camilo, sé que él me quiere y mantengo la esperanza de que todo se va a arreglar, pero también pienso que quizás viviendo en La Habana, a él le sea menos difícil volver conmigo (...)

 

 

DE LA CARTA DE RITA A SU COMPAÑERA DE ESTUDIOS, JULIETA LORENS, CON FECHA 20 DE JUNIO DE 1973.

Querida Fefé: Ya veo que no te olvidas de mí. Recibí tu telegrama por mi cumpleaños y te juro que fue lo único agradable de ese día. Papi y mami me llamaron muy temprano, según ellos para felicitarme, pero en realidad creo que fue para decirme que no vaya a permutar la casa para La Habana como te conté que les había propuesto (...) Decididamente, mami no viene hasta que papi no termine el tiempo establecido en su misión en Francia, así que seguiré sola todo un año más. Podrás imaginarte cómo me cayó esta noticia, terminé la llamada llorando y casi que les colgué el teléfono. Mami lo único que sabe decir es que lo que han hecho y lo que van a hacer, es por mí y por los niños, cuando lo que yo necesito es que ellos estén aquí conmigo (...) Ese día también me sirvió para acabar de entender de una vez y por todas de que Camilo no va a volver conmigo. Yo estaba muy ilusionada, pues en los últimos meses ya no discutíamos y nos relacionábamos normalmente; él estaba viniendo dos o tres veces a la semana a llevar a los hijos al Círculo. Verdad es que no entraba a la casa y evitaba que lo vieran hablando conmigo, y yo de estúpida pensando que era para no dar pie a comentarios, se lo aceptaba para no violentar la situación. El día de mi cumpleaños vino temprano y contrario a lo que siempre había hecho, se bajó del jeep y entró para darle a los muchachos los regalos que les había comprado para mí, me felicitó, me dio un beso en la cara y dijo que volvería de nuevo por la tarde. De más está decirte que preparé una comidita de lo más rica para invitarlo a comer, me vestí bonito y me unté de un perfume que él me había regalado un Día de los Enamorados. Cuando llegó, me puse de lo más zalamera, pero todo terminó, como es él de tajante, en una conversación que me hizo sentir tan humillada y ridícula que estuve llorando hasta la medianoche, pero remedio santo, tú sabes cómo yo soy, y te juro que es la última vez que lloro por Camilo Alberto Ramos (...)

 

 

DE LA CARTA DE LIZ BALIÑO A RITA CON FECHA 27 DE JULIO DE 1973.

Queridita mía: ¡No tienes ni idea lo presente que te tengo en mi pensamiento las veinticuatro horas del día! ¡Cuánto quisiera estar contigo!, pero, mi amorcito, tienes que comprender que por ahora no es posible. No, yo sé que no puedes entender mi imposibilidad de correr a tu lado como yo también lo deseara, pero tengo la fe ciega de que todo saldrá como tu padre y yo lo hemos planeado, y entonces, cuando estemos juntos de nuevo, nos perdonarás y sabrás de la tensión conque hemos vivido todo este tiempo. Cumpliendo esta tarea de la Revolución, es como único podremos realizar todo lo que hemos soñado para el futuro, y lo hacemos por ti y por los niños. Tanto a nosotros como a ti nos quedan etapas duras que vencer, pero tienes que ser fuerte, poner de tu parte y resistir hasta el final. Ahora tienes que estar sola, pero ya a partir de la primavera del próximo año, cuando podamos viajar, en cualquier momento estaremos juntos de nuevo, y entonces hablaremos y sabrás de todo lo que hemos sufrido. Pero no te escribo para atormentarte más de lo que puedas estar; sólo te digo, confía en tu padre y en mí y ten presente que todo lo que te llegue de nosotros, será por tu bien. Nunca lo rechaces. ¿Recuerdas tu anillito de los quince? No sé cómo esta vez vino entre mis cosas, pero me ha servido de mucho consuelo tenerlo conmigo. Le hablo como si te hablara a ti y estoy segura de que con él, en cualquier momento te llegara mi voz (...) Camilo, como ya te comenté, nos escribió una carta recién ocurrido ese desagradable incidente en tu matrimonio para explicarnos todas sus razones y puntos de vista y asegurarnos que él se ocupará de ti y de los niños como siempre para que no les falte nada. Nosotros le contestamos muy "diplomáticamente" diciéndole que lamentábamos mucho lo ocurrido, que no teníamos nada en su contra, pues entendíamos las razones que lo habían obligado a actuar así, y le pedíamos que analizara bien la situación para que lo que en definitiva determinara, fuera lo mejor para todos. Ahora nos volvió a escribir con las mismas explicaciones, los mismos razonamientos, las mismas justificaciones y las mismas promesas. Yo no sé cómo ustedes los psicólogos le llamaran a eso, pero en el mundo de la diplomacia y de los negocios se les dice "chanceler vacillant". Tal vez , tú todavía no estés en condiciones de entender esto que te voy a decir, pero, mi amorcito, espero que alguna vez lo comprendas. Ni tu padre ni yo hubiéramos querido que ustedes se hubieran separado, pero ya que el destino lo quiso así, nos alegramos. Camilo es un perdedor. Los hombres, como dijo Marti, se dividen en dos bandos: los que luchan y los que nacen derrotados[1], y, mi vidita, tu exmarido   es uno de estos últimos. Tu padre y yo tenemos muchos planes para el futuro, para ti y para los niños, y nos parece que Camilo no encaja en ellos, y que sólo nos iba a servir de estorbo. Así que como dicen los franceses, "souicer comme de l'an quarante". El autor de esta novela...¡Ay!, ¿cómo es que se llama?...Bueno, no importa. Lo que te iba a comentar es que no pudo hacer mejor selección de su personaje protagónico para un  melodrama con un  titulo tan  sugerente  como  Brizna al viento,  así que  si  lo  ves, felicítalo de mi parte, porque Camilo no es más que un "paysan volatile" que cada quien sacude a su gusto (...) Aquí hemos tenido unos días de mucho trabajo organizando la fiesta de la embajada por el 26 de Julio, y sólo quiero comentarte que este año tenemos un verano muy bello. Cuando me paro delante de la ventana, por el día veo las flores del boulevar Saint‑Germain y por las noches, sus miles de luces. Desde donde estoy sentada, se distingue por encima de otros muchos edifi­cios, la punta de la Torre Eiffel (...) La recepción fue en la Maison de L'Amérique Latine, cerca de casa. Por Cuba habló nuestro Juan Marinello que se encuentra en París como delega­do permanente en la UNESCO. Vinieron embajadores y funciona­rios de todas las misiones diplomáticas de los países hermanos del campo socialista, de Perú y de Chile, represen­tantes de movimientos de liberación de diferentes partes del mundo, artistas, periodistas y escritores amigos de Cuba, en fin... Fue un verdadero acto de solidaridad con nuestro país (...) ¡Qué contarte de vestidos y perfumes! (...) A mí se me saltaron las lágrimas cuando cantábamos el Himno Nacional (...) En la próxima te voy a mandar algunas fotos para que veas lo elegante que me vestí (...) Enardecido nuestro ánimo revolucionario con el acto de ayer, termino esta carta como debe haber terminado su discurso en el acto del 26 de Julio nuestro Comandante en Jefe en la Plaza de la Revolución. "Patria o muerte. Venceremos" (de eso puedes estar segura, hijita: ¡venceremos!) (...)

 

 

TEXTO DEL CABLE SIN FIRMA RECIBIDO POR RITA DESDE SANTIAGO DE CHILE EL 2 DE ENERO DE 1974 Y QUE DEVOLVIO AL CORREO POR CREER QUE SE TRATABA DE UN ERROR.

Todo bien. Feliz Año Nuevo. Espera noticias nuestras.

 

 

NOTA SIN FECHA DE LA SECRETARIA DEL DIRECTOR DEL PUESTO DE MANDO DE LA GANADERIA DEL REGIONAL SAGUA PARA CAMILO.

Llamaron de la Dirección Provincial de Salud Pública para decirte de parte de Rita que tienes que recoger a los niños en el Círculo y hacerte cargo de ellos, pues fueron unos compañeros de Seguridad del Estado y le pidieron que los acompañara, que le aclararon que no se la llevaban detenida, que sólo necesitaban hablar con ella y hacerle algunas preguntas, pero que Rita se fue muy asustada.

 

 DEL INFORME DEL CASO RIERA ELABORADO POR EL DEPARTAMENTO DE LA SEGURIDAD DEL ESTADO CUBANO DE LA EMBAJADA DE CUBA EN FRANCIA.

Con respecto a los acontecimientos del robo de cuarenta mil dólares propiedad del Estado Cubano y de la traición de los ciudadanos doctor Enrique Riera Matienzo, representante comercial del Ministerio de Salud Pública de Cuba en Europa del Este, y Elizabeth Baliño Cascorro, Jefa de Servicio de la Embajada Cubana en Francia, los mismos sucedieron como a continuación se detalla. En la conformación del plan que se trazaban, alrededor del mes de octubre de 1971, después de regresar de sus vacaciones en Cuba, los traidores establecieron los primeros contactos con (...) de la Embajada de (...) en Francia y agente al servicio de la CIA, quien al ser puesto en conocimiento de lo que pretendían Riera y su esposa, les sugirió esperar por un acontecimiento que en cualquier momento sucedería en el ámbito latinoamericano y que facilitaría el llevar a efecto sus propósitos. Al producirse en septiembre de 1972 el golpe de estado en Chile, se consideró que este país, bajo la dictadura de Augusto Pinochet, era donde menos éxito tendría una solicitud de extradición hecha por el Gobierno Cubano, por lo que (...) gestiona el caso con el (...) de la nueva misión diplomática de la Embajada Chilena en Francia. El posible traslado a un banco chileno del dinero del que se apropiarían Riera y su esposa y la solicitud de asilo político de estos, fueron consultados al Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, el que inicialmente rechazó la propuesta por considerar la dictadura pinochetista inconveniente  un posible litigio con el Gobierno Revolucionario Cubano en ese momento. Posiblemente la posición de Cuba con respecto a los exiliados chilenos, determinó un cambio de actitud oficial para los presuntos desertores cubanos, y en diciembre de 1972, el (...) de la Embajada Chilena, le comunicó al agente de la CIA mediador en el caso, (...), la disposición del Gobierno Chileno de ofrecerle asilo político en el momento que el matrimonio disidente lo solicitaran. Anteriormente, Enrique Riera había venido intentando poder manejar unipersonalmente la cuenta bancaria que poseía con los fondos para sus transacciones comerciales, ya que como una medida de control, esta sólo podía ser operada por la firma del Agregado Comercial de la Embajada Cubana en Francia conjuntamente con la de él. Estimulado por el ofrecimiento de asilo político en Chile y conoce­dor de las próximas vacaciones de fin de año del Agregado Comercial de la Embajada Cubana, compañero (...), demora los trámites de una muy ventajosa compra de módulos quirúrgicos, y el 16 de diciembre, el mismo día que (...) sale de viajes con su esposa para Grecia, lo llama a su casa para plantearle que debe permanecer en París para los trámites bancarios de la operación. Ante tal inconveniente para sus planes, (...), en una actitud facilista y acomodaticia, contraria al espíritu de lucha de sacrificio de nuestro pueblo, acepta como válida la idea de otorgarle a Elizabeth Baliño, en su condi­ción de trabajadora de la Embajada de Cuba y personal de toda confianza, un poder para que lo represente en el banco durante sus vacaciones. Camino al aeropuerto, (...) acompaña a Enrique Riera y a su esposa y firma el documento que unos días después le permitirá a este matrimonio pagar a la Compañía (...) que le vendía los módulos quirúrgicos y, en la misma operación de pago, para no levantar sospechas, extraer cuarenta mil dólares que depositan en una cuenta personal en el Banco (...) con transferencia para la casa matriz en Santiago del Banco Nacional de Chile. El 30 de diciembre, en la fiesta por fin de año en la Embajada Cubana, anuncian que pasaran parte de sus pospuesta vacaciones de Navidad en Normandía, y al día siguiente toman el tren París‑Caen en la  estación de Montparnasse con boletos para Cabourg, pero se bajan en la primera parada de este en Nantes La Jolie, toman un taxi que los regresa a París, y de ahí se dirigen al aeropuerto de Orly donde toman un avión de la Air France con destino a Chile.

 

 

TEXTO DE LA TARJETA CON FECHA 20 DE ENERO DE 1974 QUE NINA SOLÍS LE ENVIARA A RITA A TRAVES DE UN MIEMBRO DE LA IGLESIA PRESBITERIANA DE SANTA CLARA.

Querida hija: Dios quiera que al recibo de esta te encuentres bien. Sé que estás viviendo unos momentos muy difíciles, pero toda la familia ora por ti y por tus hijos y le ruega al Señor que nos ofrezca la posibilidad de ayudarlos. Estas letras mías, que también suscriben mi esposo y mi hijo Gustavo, no deben extrañarte, pues siempre hemos estado pendiente de ustedes y, aunque no lo creas, he visto fotos tuyas y de mis nietos, y si antes no te había escrito, era porque temíamos que ello te pudiera ocasionar dificultades. Tienes que considerarnos parte de tu familia, y si hasta ahora no tenías noticias nuestras y de otros seres queridos que también evitan comunicarse contigo para no crearte problemas, debes saber que todos estamos bien, pensando en ti y en los niños y rezando, rezando mucho.

 

INFORME DEL DEPARTAMENTO DE SEGURIDAD DEL ESTADO DE LAS VILLAS CON RESPECTO A LA SALIDA ILEGAL DEL PAIS DE RITA RIERA BALINO CON SUS MENORES HIJOS DE CAMILO ALBERTO RAMOS SOLÍS.

Aproximadamente a las 23:00 horas del día 3 de abril de 1974, después de atravesar el Trópico de Cáncer por el meridiano ochenta, entró a aguas territoriales cubanas una lancha de cinco metros con motor fuera de borda procedente de los Estados Unidos, de donde había salido a las 18:00 horas de ese propio día de la Miamarina, en la Bayside, cerca del puerto de Miami, conducida por los ciudadanos de origen cubano y residentes en esa ciudad, Gustavo Ramos Solís y Ciro Miranda Carballo, conocido por Delfín, quien en negocios ilícitos con mister Louis Patterson, Jefe del Servicio de Guardafronteras del Estado de la Florida y miembro de la CIA, se dedica a sacar ilegalmente de Cuba a personas desafectas con la Revolución. Estos sujetos, evitando el encuentro con lanchas Guardafronteras cubanas sortearon por entre los Cayos Dromedarios, al norte de la provincia de Las Villas, hasta llegar a Cayo Vaca, el que circunavegaron por el sur hasta el Canal Ubero para desembarcar, ya en la isla de Cuba, cerca de la playa de igual nombre. Después de esconder la embarcación entre los mangles, Miranda Carballo permanece oculto cerca del lugar, mientras que Ramos Solís, simulando ser un pescador aficionado que había estado pescando la noches anterior, va hasta el caserío de la playa a tomar la primera guagua que a las 06:15 horas sale con destino a Sagua la Grande. Ya en esa ciudad, se dirige a la calle Carmen Rivalta entre Lam y Rodrigo Prats y penetra por la entrada del fondo de la casa del connotado desafecto de la Revolución, doctor Claudio Manuel Pulido Castillo, lugar donde deja los avíos de pesca y se cambia de ropa. Unos minutos más tarde abandona esta vivienda por su entrada principal por la calle Solís número 179. Camina hasta la terminal de ómnibus y se embarca con destino a Santa Clara en el carro de las 09:35 horas. Llega a la capital de la provincia a las 11:10 horas, compra el periódico Granma y una revista URSS en el estanquillo de la calle Amparo y baja por esta hasta Independencia para tomar una guagua local de la ruta dos que lo lleva hasta el barrio de La Vigía. Se baja en una parada antes del antiguo Cuartel de Caballitos y camina por la calle 5ta. hasta J y por esta, hasta salir a la Doble Vía, caminando en el mismo sentido del tránsito de la senda derecha de la avenida, cruza por delante del chalet de Rita Riera Baliño, y sin detenerse, continúa hasta la siguiente esquina. Le da la vuelta a la manzana y cuando pasa por segunda vez frente a esta casa, abre la verja del jardín, sube los escalones que lo conducen al portal y toca el timbre de la entrada. Cuando Rita le abre, para lograr que esta le franquee la puerta, le dice que viene de La Habana de parte de sus tíos Coca y  Andrés[2]. Ya dentro de la casa, Gustavo Ramos Solís se identifica y le entrega a Rita el anillo de sus quince y una nota de puño y letra de Liz Baliño en la que aparece escrito el siguiente texto: "Una vez te dije que tu anillo me serviría para hablarte. Oye ahora mi voz". Puestos de acuerdo, y después de darle todas las instrucciones necesarias, Ramos Solís abandona la casa y, evitando siempre las calles más concurridas, se dirige al domicilio de Lino Ramón Moya Corcho, conocido por Tato, sita en Barcelona número 13 entre Paseo de la Paz y Alemán (a un costado frente a la Quinta de Dieguito) y allí permanece toda la tarde hasta cerca de las 17:00 horas que sale en compañía de Moya Corcho en el carro de este, un Odsmovile azul del año cincuenta y dos, para recoger a la hora prevista a Rita Riera Baliño con sus dos menores hijos en la parada de la guagua de Carretera Central y 9na., en La Vigía. Efectuada la recogida, buscan la intercepción de la Circunvalación y toman por ella hasta la Carretera de Maleza. Salen del perímetro urbano de Santa Clara a las 17:40 horas. A las 18:25 horas se detienen en el poblado de Encrucijada y comen en el restaurante Moscú gracias a los contactos que allí tiene Moya Corcho con el capitán de dicho centro gastronómico, Raimundo Sánchez de Juan, conocido por El Nene. Continúan viaje hasta Calabazar y de allí, por la carretera de Viana, hasta encontrar el entronque con el camino a la Playa Piñón. Pasadas las 20:00 horas se detienen un kilómetro antes del caserío de esta y esperan unos instantes para que Miranda Carbalo salga de la maleza y se les una. Le pagan a Moya Corcho lo acordado y, ocultos por la vegetación, Rita Riera Baliños, Ramos Solís y Miranda Carballo, cargando cada uno de los hombres uno de los niños dormidos por un somníferos, emprenden la marcha rumbo al lugar donde permanece escondida la lancha. A las 21:15 horas abordan la embarcación y ponen proa a los Cayos del Pajonal, sitio donde sin desembarcar, y en espera de que pasara la patrullera, permanecieron escondidos hasta la hora 03:00 del día ya 4 de abril que salieron con rumbo norte‑noroeste hacia la península de la Florida. Cerca de la hora 07:00, y al sur de Key Largo, fueron divisados por un guardacostas norteamericano que los patrulló hasta los muelles de la dársena de Miami de donde habían salido.

 

DE LA CARTA DE CAMILO ALBERTO RAMOS SOLÍS AL MINISTRO DE JUSTICIA DE CUBA CON FECHA 15 DE ABRIL DE 1974.

Estimado compañero: El que suscribe, Camilo Alberto Ramos Solís, Médico Veterinario (...), militante del Partido Comunista de Cuba y residente (...), acude a usted por haber sido víctima de uno de los más atroces crímenes que se pueda cometer contra un padre. (…)  Necesito que mi caso sea conocido públicamente y que a través del Ministerio de Justicia, pueda acudir a tribunales internacionales, asociaciones u organismos competentes con el ánimo de lograr que mis hijos sean devueltos inmediatamente al seno de su patria y al cuidado de su padre. En espera de su pronta atención, le saluda revolucionariamente...

 

 

 

TEXTO DEL CABLE DE NINA SOLÍS A SU HIJO CAMILO ALBERTO CON FECHA 23 DE ABRIL DE 1974.

Tus hijos están bien. Nosotros velaremos por ellos.

 

 

 

 

DE LA CARTA DEL JEFE DE DESPACHO DEL VICEMINISTRO DE RELACIONES EXTERIORES DE CUBA PARA ASUNTOS DE PAISES DE AMERICA DEL NORTE A CAMILO ALBERTO RAMOS SOLÍS CON FECHA 6 DEJUNIO DE 1974.

Compañero: Por la presente queremos informarle que su caso ha sido (...) La Embajada de la República Socialista de Checoeslovaquia en Washington, representante de los intereses cubanos ante los Estados Unidos de Norteamérica, se ocupa de(...) Ante cualquier cambio en (...) le será comunicado de forma inmediata. Revolucionariamente (...)

 

 

DE LA CARTA DE RITA A SU TIOS COCA Y ANDRES CON FECHA 19 DE SEPTIEMBRE DE 1974.

Queridos tiítos: Para que vean que no me olvido de ustedes. ¿Qué día es hoy? Seguro que ocupados en estarse peleando ni se acordaron. ¡Feliz aniversario de bodas! ¿Cuántos años son? ¡Treinta y cuatro! Y pensar que Camilo y yo habíamos jurado estar juntos el mismo tiempo que ustedes. Pero bueno, no me voy a poner a hablar de cosas ya pasadas. Les escribo para contarles de mí y de los niños. Estamos muy bien. Camilo Ernesto comenzó en la escuela el día cuatro. Lo puse en una escuela hispana, y toda la familia me lo ha criticado mucho, pues consideran que debía aprender el inglés desde pequeño, pero yo pienso que ya tendrá tiempo para eso y que es importante que primero aprenda a leer y escribir en...(PALABRA ILEGIBLE. POR EL SENTIDO DE LA ORACION, PUDIERA SER "ESPAÑOL" O "SU IDIOMA"). A Alberto Raúl me lo cuidó la abuela paterna para que yo comenzara a trabajar, pero esta señora tiene un carácter que ni para qué les cuento y me los iba a traumatizar, así que con el primer sueldo, lo llevé a un... (PALABRA ILEGIBLE). Imagínense que hasta los nombres "comunistas" de mis hijos son mal vistos aquí, y para que no tengan problemas, me les están diciendo Camy y Albert. Yo tengo que revalidar el titulo para poder trabajar como psicóloga, pero no es nada fácil y cuesta bastante dinero, aunque me permiten trabajar como, lo que fuera en Cuba una trabajadora social, y estoy en un departamento federal de ayuda a grupos minoritarios (negros, hispanos, portorriqueños y cubanos). Ya estoy curada de espanto con las cosas que he visto, pero no se preocupen, pues mi trabajo es más burocrático y de...(PALABRA ILEGIBLE) que otra cosa y poco tengo que salir a la calle (...) Con papi y mami, como ya les he contado, sigo aún sin habernos podido encontrar. Como vienen de un tercer país y no directamente de Cuba, no los quieren considerar exiliados políticos, y la visa normal no tiene para cuándo solucionarse. En Chile no les va mal el negocio de...(PALABRA ILEGIBLE) que pusieron, pero su situación allí es muy inestable y los compinches de Pinochet los están exprimiendo todo lo que les da la gana amenazándolos con enviarlos para Cuba. Los pasajes para nosotros tres ir a Chile sale bien caro, y yo no dejo mis hijos solos aquí ni un día, así que decidimos esperar para encontrarnos cuando al fin papi y mami puedan entrar a los Estados Unidos. Por el momento sigo viviendo en casa de tía Lolita hasta que yo pueda alquilar un apartamentico. Lolita es la única de la familia de Camilo Alberto...(FRASE ILEGIBLE) y con la que me siento bien. De mi suegra, ya les he contado: una señora frustrada, de la que con toda mi psicología, no he logrado saber si en realidad quiere o no a Camilo, pero no obstante, convencida de que le fui infiel a su hijo, no me lo perdona. Mi suegro es un infeliz que no pinta ni da color y lo único que hace es trabajar como un esclavo y asentir a todo lo que dice su mujer. Y ya que me preguntaron, allá va eso. De Gustavo nunca hablo, porque es un psicópata. Yo le agradecía el haber secundado los planes de mis padres para sacarme de Cuba en los momentos de desesperación en que me encontraba, pues fue él quien lo organizó todo, y le admiraba el valor que demostró entrando clandestinamente a la isla y paseándose por Santa Clara donde tantas personas lo podían reconocer y denunciar a las autoridades, cuando tenía posibilidades de haberle pagado a alguien para que me fuera a buscar, pero ya hoy me he dado cuenta de que no tengo que agradecerle nada ni rendirle ningún respeto, pues sencillamente fueron sentimientos de venganza los que movieron sus acciones. ¡Qué odio le tiene este sujeto a su hermano!, y no me explico por qué, pues ni él mismo lo sabe. Lo que hizo, no fue por ayudarnos a mis hijos y a mí; sólo nos usó como instrumentos para hacerle daño a Camilo. Ya tuve unas palabras con él, y nos dijimos unas cuantas verdades, y no quiero saber más de esa bestia. Todo esto se lo cuento a ustedes, tiítos queridos, con la mayor discreción del mundo, así que ya lo saben: punto en boca, como me decían cuando yo era niña y me llevaban a hacer visitas (...) ¿Han visto a Camilo? Por favor, traten de comunicarse con él. Ustedes son la única vía que él tiene para saber de sus hijos, pero nunca les irá a pedir que le digan nada. No me explico que Camilo mantenga cerrada la casa y esté viviendo en un albergue. Yo temía que al estar divorciado, el gobierno se la quitara a pesar de que siempre tuvo allí su libreta de abastecimiento, pero ¿de qué ha servido que se la hayan dejado? (...) Yo sé que ustedes no tienen nada que perder, pero si mantener correspondencia conmigo, les puede perjudicar (yo sé cómo son las cosas ahí), chirrín‑chirrán; de lo contrario, escríbanme (...) Nunca se me podrá olvidar lo bueno que fueron conmigo (...) PD: En esta no les mando fotos, pues no me dicen si recibieron las que le mandé en la carta anterior, y mis hijos están muy lindos para que un "seguroso" cualquiera tire sus fotos para un cajón.

 

 

DE LA CARTA DE CAMILO ALBERTO RAMOS SOLÍS AL MINISTRO DEL INTERIOR DE CUBA CON FECHA 8 DE COTUBRE DE 1974.

Estimado compañero: Inspirado en el ejemplo del Che, es que me decido a hacerle

esta carta. (…) Ante el hecho de que mis hijos permanecen en los Estados Unidos sin esperanzas de que me sean devueltos legalmente, sólo veo la solución de que se me permita viajar a ese país para que de la misma forma en que me les fueron arrebatados, rescatarlos yo a ellos. Estoy dispuesto a convertirme  en un  agente secreto de la  Seguridad del Estado  para infiltrarme en las entrañas mismas del monstruo, cumplir las misiones que se me orienten por peligrosas que estas sean. (…) Rescatados mis hijos y trasladados a Cuba, ya nada personal me importa, pues sé que la Revolución se hará cargo de ellos, no les faltará nada material y les dará la verdadera educación comunista que yo aspiro para ellos (...) En espera de su respuesta, queda de usted revolucionariamente (...)

 

 

 

CARTA DE RITA A CAMILO ALBERTO CON FECHA 18 DE ENERO DE 1975[3].

Querido Camilo: Hace tiempo que quería escribirte, pero me había faltado el valor para hacerlo ni tenía idea de qué era en realidad lo que tendría que decirte. Ahora no es que tenga ya la fuerza necesaria, pues hasta la mano me tiembla haciendo esta carta, ni mucho menos sepa cuáles son mis sentimientos, pero hoy que cumples tus treinta años, he pensado muy especialmente en ti ‑ en nosotros ‑, me consume la nostalgia, el remordimiento y la añoranza y sé que no puedo dilatar un minuto más mi carta. Conociéndote como te conozco, temo que la rompas sin abrir ni el sobre, y siendo yo tan atea, ni siguiera puedo pedirle a Dios que leas esta carta; me limito entonces a desearlo fuertemente con la esperanza de que la energía de mi mente llegue hasta ti y hagas que desdobles este papel, pues yo estoy desdoblando en él mi corazón.  Los niños  están bien.  A  Camilo Ernesto  le ha  hecho  mucho  daño la separación, pregunta mucho por su papá y se ha tornado un niño introvertido y triste. Pienso que le habla de ti  a  Alberto Raúl,  pues este,  tan pequeñito,  no tiene por qué  acordarse  y sin embargo, expresa a su manera  los mismos recuerdos  de su hermano. Es como si Camilín creyera que la única forma de salvarte para sí, es logrando que la endeble imagen que su hermano tiene de ti, no se le pierda, y la alimenta y cultiva en secreto, pero como la misma tenacidad tuya. Yo siempre que puedo, hago como le hacías tú y los llevo a mi cama un rato antes de dormir, entonces hablamos de ti, de la casa, del Círculo, de sus amiguitos y de Cuba. Hoy cuando nos levantamos, lo primero que hicimos, bien bajito para que sólo tú lo oyeras, fue cantarte "Felicidades, papá en tu día..." Tienes que perdonarme el no haberte sido nunca infiel (ni antes ni ahora), pues de haber sido así, toda esta pesadilla, todo este destrozo de nuestras vidas estuviera justificado y, al menos yo, no tuviera de qué quejarme ni lamentarme, pero hemos sido víctimas de la maledicencia, de la envidia y de nuestra propia inmadurez. Éramos felices. Tú, romántico y soñador, construyendo una nueva sociedad de justicia e igualdad: el mundo del futuro; y satisfaciendo por primera vez en tu vida, el deseo de tener la familia que siempre te faltó. Ocho hijos querías, y yo, niña eterna, estaba dispuesta a parírtelos, pues precisamente ese fue el número de muñecas que llegué a tener en mi verdadera infancia. Unica e hija de "papá y mamá", nunca me preocupé de la existencia más allá de sentirme protegida y segura. Pérez tuvo razón en dos cosas que, por contradictorias, él no supo comprender. Rigoberto, de alguna manera, estaba enamorado de mí, y, de alguna manera, aunque quizás ni él mismo lo sepa, debe ser homosexual. Conmigo se sentía bien, precisamente porque no tenía el compromiso, ni muchísimo menos, el acoso sexual que podría tener con otras mujeres; "ciertas sospechas" que pudieran levantar nuestra íntima amistad, le salvaban un poco el prestigio de macho que necesitaba para sobrevivir en un medio hostil y dogmático como el de Cuba, pero es que además, mis hijos le hacían sentirse bien en su frustrado rol de padre (y también, ¿por qué no?, en el de madre); y yo me divertía en el juego, pues mi patológica inocencia nunca me dejó analizar que semejante relación pudiera perjudicar nuestro matrimonio, mas de pronto, el ataque vino hacia ti, y te comportaste a la altura de un hombre de tu tiempo y de tu medio (recuerda que Marx dijo que le hombre piensa como vive), y sordo al más mínimo destello de sentimiento individual que pudiera brotar en ti, fuiste radical y cruel conmigo, con tus hijos y contigo mismo. Sin ti, sin que mis padres, como me tenían acostumbrada, acudieran a mis reclamos de niña indefensa, y por último, la certeza de que nunca llegarían a mi lado, me cegaron y acepté irme en busca de protección sin pensar entonces yo, el daño que ello representaría para nosotros. Como ves, los dos ‑ tú y yo ‑, somos culpables del mismo delito de miedo. Pero no es hora de lamentos. Basta ya de quejarnos como dos niños malcriados y enfrentemos la situación como personas adultas y maduras. Hemos sido unos cobardes y la falta de valor se paga caro en la vida. Tampoco es momento de recriminaciones mutuas, por lo menos nada más lejos de mi intención. Te he querido y te quiero demasiado para ello. Si yo pudiera regresar, aunque tuviera que ir a una cárcel a pagar el delito de haberme ido clandestinamente de Cuba, lo haría. No valoro siguiera la posibilidad de que tú quieras venir, pues sé que tus ideales y principios revolucionarios no te lo permitirían, pero si lo hicieras, aquí estaríamos tus hijos y yo dispuestos a quererte por siempre. Al menos ten la tranquilidad de que ellos sabrán de tus sueños. Tu Rita.

 

 



[2]   Siempre me pareció inverosímil que se dejara al azar el  encuentro de Gustavo   con Rita, y demasiada coincidencia que precisamente ese día, ella no hubiera llevado a sus hijos al Círculo, no fuera a trabajar y permaneciera en la casa. Al leer este informe, me convenzo de que tuvo que haber una  comunicación previa de los familiares en el extranjero con Rita, que se le consultó de antemano su salida del país, y que ella estuvo de acuerdo. El periódico Granma y la revista  URSS a los que se hace referencia, posiblemente fueran parte de la contraseña para la identificación del personaje que llegaría a buscarla

[3] Esta carta permaneció cerrada durante veintiún años. A finales de 1996, cuando escribía la novela, Camilo Alberto, que la había guardado todo ese tiempo, me la entregó y me autorizó para abrirla, leerla y publicarla.