domingo, 28 de marzo de 2021

Capítulo cinco

No sé por qué a mí se me ocurrió escribir una novela precisamente con Camilo Alberto Ramos Solís como protagonista principal, cuando hasta en los periódicos de la época salieron hechos relacionados con su vida, como lo fue su graduación universitaria.

 

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GRAN ENTUSIAMO EN EL ESTUDIANTADO PARA LA MARCHA DESDE LA SIERRA MAESTRA AL II FRENTE.

Participarán más de mil graduados de las tres universidades del país y 166 alumnos ejemplares del nivel secundario.

Periódico Granma, lunes 12 de septiembre de 1966[1].

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   Los dos últimos años de Camilo en la Universidad fueron trascendentales en su vida, pues coincidieron toda una serie de hechos que a su vez determinaron modificaciones de hábitos, cambios  de  actitudes,   variaciones   en  los  afectos,   transformaciones  de  status  y  roles, metamorfosis de los principios filosóficos que sustentaban hasta ese momento su posición ante el mundo y un nuevo estado civil.

   Lo primero fue que comenzó a fumar.

   Esto se debió a la crisis emocional de Sara.

   Por las tardes, Camilo y ella se reunían a estudiar en el laboratorio donde la muchacha se desempeñaba como responsable de equipamiento, y como Sara esperaba con ansiedad la asignación de una beca para ir a terminar su carrera en un país de la Europa Socialista, fumaba en exceso.  Con semejante persona como compañera de estudios, era lógico que Camilo también comenzara a fumar.

   Nina Solís supo que su hijo se había enviciado a la nicotina la mañana siguiente en que Camilo llegó a Jarahueca acompañado de Sara.

   La situación de los trenes ya por esa época era caótica, y el de la tarde anterior se demoró dos horas en salir de Santa Clara por falta de aceite. A medio  camino la locomotora se rompió, y allí estuvieron durante cuatro horas, tiempo en el que los pasajeros calmaron hambre y sed gracias a las cañas del cañaveral en el que se encontraban detenidos. A las dos de la mañana, los muchachos entraron con sigilo a la casa para no despertar a los padres de Camilo, se bañaron, comieron de lo que había sobre el fogón y se acostaron a dormir.

    ─Esta inmoralidad era lo último que me faltaba ver en ti.

   ─Pero, mami, si Sara durmió en la cama de Gustavo.

   Camilo había invitado a Sara a pasarse ese fin de semana en su casa con el doble objetivo de sustraer a la amiga del stress por espera de la beca y para evitar que la madre, al menos por esa vez, le insistiera  abandonar el país con ellos para ir a reunirse con Gustavo en Miami,  quien, después de su expulsión de la Universidad, aprovechó la apertura del puerto de Camarioca y se había ido de Cuba en el yate de unos amigos.

    ─A mi casa no puedes traer mujerzuelas.

   Camilo fue a responderle que Sara no era ninguna mujerzuela y que entre ellos sólo existía una sana amistad, pero comprendió que aquella discusión con su madre sería totalmente improductiva y temió, además, que su compañera de estudios se despertara y pudiera oírlos. Sin saber qué hacer, fue a salir de la cocina cuando vio a su amiga que se acercaba.

    ─No se preocupe, señora. Ya me marcho.

    ─Hace muy bien.

   Camilo trató de convencer a Sara de que no se fuera. El padre, sin atreverse a tomar partido como le pedía el hijo, abandonó la casa y se fue a trajinar al patio, mientras que Nina Solís se mantenía sorda e inconmovible ante las explicaciones de Camilo.

   Sara terminó de arreglarse, recogió sus pertenencias y se dispuso a salir, pero antes fue hasta donde Nina Solís.

    ─Lamento mucho su disgusto, señora  ─le dijo─,  pero es totalmente injusto e injustificado ─y sin esperar respuesta, se viró hacia Camilo y le preguntó─: ¿A qué hora es el próximo tren para Santa Clara?

   Camilo no le respondió la pregunta y se limitó a decir:

   ─Me voy contigo.

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A ORIENTE TREN CON JÓVENES DE LA MARCHA DEL II FRENTE

Periódico Granma, martes 20 de septiembre de 1966.

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  Con independencia de sus anacrónicos criterios morales, no acordes con la conducta de relación que se establecía entre los jóvenes cubanos de aquella época, inconscientemente Nina Solís exacerbó los detalles de la visita de Sara a su casa y fortalecer así el motivo que su instinto maternal necesitaba para poder fallar a favor del deseo.

   Al día siguiente del hecho, ella y su esposo se presentaron a las autoridades de emigración de Yaguajay para solicitar la salida del país, pues la negativa de Camilo de acompañarlos ya no les importaba. Pero una vez más su hijo apareció como inconveniente para el viaje. 

    ─Se les está dando preferencia a las familias que pueden entregarles sus casas al Estado.

    ─Ese es nuestro caso ─dijo Nina Solís.

    ─No, ciudadana  ─replicó el oficial sin la amabilidad mostrada hasta ese momento─,  ustedes tienen un hijo...

    ─Que no vive con nosotros.

    ─Está becado en la Universidad  ─alegó Gustavo Ramos.

    ─Pero que tiene su libreta de abastecimiento en esta dirección y ello le da derecho a la casa. Sin él ─dijo el militar con una expresión de cierta satisfacción─ no se pueden ir de Cuba.

   Nina Solís comprendió que el oficial iba a seguir hablando y que aquella pausa la había hecho sólo para tragar saliva, por lo que le oprimió ligeramente la mano a su esposo para que no fuera a interrumpir, y esperó.

    ─A menos que...

    ─ ¿A menos qué?

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 MARCHA RAÚL CASTRO A LA CABEZA DE SEGUIDORES DEL II FRENTE.

 Joaquín Orama, enviado especial.

 Periódico Granma, jueves 22 de septiembre de 1966.

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   Al curso siguiente, Sara se trasladó a la Universidad de La Habana para allá terminar la carrera, y su partida determinó que Rita se decidiera aceptar a Camilo.

   Camilo conoció a Rita en un trabajo voluntario un domingo cuando él ya cursaba su segundo año. La llegada de la primavera había hecho brotar la yerba en los contenes de la carretera que unía a la Universidad con la ciudad de Santa Clara, y el Comité Municipal del Partido le había asignado a la FEU  la tarea de chapearlos  para comenzar a evaluar la actitud política de los estudiantes, aspecto este decisivo a la hora de una futura posible graduación como profesionales de la Revolución. Ello se le hizo saber al alumnado, especialmente a los de las Facultades de Letras y Psicología, designándose a los de Tecnología como padrinos de los primeros, y a los de Ciencias Agropecuarias, de los segundos.

    ¡─Qué pinchen! ─dijo el funcionario del Partido que atendía a la Universidad en la reunión del Comité de Base de la U.J.C.

   Conocedores de causa, los alumnos fueron invitados para estar ese domingo a las seis de la mañana en la plazoleta frente al teatro universitario. Después del pase de lista y reparto de los instrumentos de trabajo, abordaron los camiones que los llevarían para la susodicha carretera sin saber que la tarea de despejar sus orillas también, y por equivocación, el Partido se la había asignado a los Comités de Defensa de la zona, por lo que cuando llegaron a ella, decenas de cederistas blandían sus machetes contra los verdes invasores que pretendían ocupar la vía pública propiedad del pueblo de Cuba.

   Hubo necesidad de volver a la ciudad para recibir nuevas orientaciones en las oficinas del Comité Municipal del Partido, pero el compañero que allí estaba de guardia no sabía nada del asunto y no se atrevió a dar una orientación que luego podía resultar inoportuna. Fueron los mismos estudiantes los que acordaron ir de nuevo hasta la Universidad, y ya que había que cortar yerba, hacerlo en las márgenes del río que atraviesa los terrenos de la institución.

    ─Tecnología y Letras por la margen izquierda. Ciencias Agropecuarias y Psicología por la derecha.

    ─Quienes primero lleguen al final, ganarán la emulación.

    Y como atletas que corren los cien metros en una olimpiada, descendieron el talud del terraplén de aproche del puente para comenzar sin pérdida de tiempo la actividad productiva. Quince minutos después, Camilo Alberto se acercó hasta una de las "psicólogas" para ver qué le ocurría y se la encontró llorando.

    ─No puedo con el machete.

   Camilo Alberto sintió lástima de la muchacha y tomándola por la barbilla le levantó el rostro para secarle las lágrimas. Fue entonces que le vio los ojazos azules y comprendió lo absurdo de aquel pantalón  y  aquella camisa  de  burda tela  para cubrir  la tersura  de piel  tan  fina,  lo grotesco de unas inmensas botas militares en muchacha de pies tan diminutos, y lo vandálico del tosco sombrero de yarey ocultando semejante cabello dorado.

    ─Yo te ayudo muñeca ─dijo más con el corazón que con los labios.

   Y comenzó a hacer su trabajo y el de la muchacha y el de toda la brigada con tanto ímpetu que cuando por la rivera opuesta los capataces de Tecnología llegaron con sus subalternos de Letras al límite de la finca universitaria, ya acá terminaban de merendar y cantaban al son de una inexplicable guitarra.

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RECORRIÓ 15 KILÓMETROS EN SU PRIMERA JORNADA LA MARCHA DEL II FRENTE.

Periódico Granma, viernes 23 de septiembre de 1966.

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   Cuando esa tarde, Rita le contó a la mamá que tenía un pretendiente, Liz Baliño le advirtió cómo debía manejarlo, y ello le costó todo un curso a Camilo esperando diariamente a Rita en la entrada de la Universidad antes de que la muchacha se decidiera a darle el sí.

   Si alguien en el mundo ha tenido un nombre acorde con su actitud ante la vida, esa era Liz, la mamá de Rita. En realidad ella se llamaba Isabel, pero cuando siendo una adolescente emigró con sus padres hacia los Estados Unidos, adoptó la traducción de Liz. Burguesa más de alma que de posición económica, se casó con un médico santaclareño que años más tarde se vinculó a la lucha clandestina contra la tiranía batistiana y finalmente estuvo en la guerrilla del Che en el Escambray durante los dos últimos meses de lucha insurreccional, por lo que al triunfo de la Revolución fue lógico que ocupara importantes cargos de dirección en el ámbito de la Salud Pública en la provincia.

   Liz disfrutó el regreso del marido en la cama nupcial en medio de la euforia por el triunfo de la Revolución, y si en algún momento después tuvo la intención de acatar los paradigmas pro imperialistas, racistas, antisoviéticos, clasistas y migratorios de sus ex amigas del Tenis Club, la entrega a su esposo de una de las mansiones de las familias que se iban hacia los Estados Unidos, le hizo ver las ventajas que gozaría la clase dirigente en el proceso de cambio que lideraba Fidel Castro Ruz. Acercó a primera fila el lejano parentesco que tenía con Carlos Baliño, creó toda una historia familiar de participación comunista en la lucha emancipadora del pueblo cubano, historia que la que encajaba como anillo al dedo la estancia de sus padres en la Florida buscando trabajo durante la tiranía machadista, y se convirtió en una ferviente y activa militante revolucionaria. Fundadora de la F.M.C., presidenta del C.D.R. de su cuadra, jefa de un pelotón femenino de la M.N.R., interventora y directora de la Escuela de los Hermanos Maristas y apasionada trabajadora en las movilizaciones dominicales a la agricultura, aunque sin dejar de rememorar con añoranza en lo más hondo de su  pensamiento, la época de las compras en El Encanto, los bailes en el Liceo y las criadas en la casa.

   La fragilidad de Rita enorgullecía la virilidad de Camilo, y el cariño meloso de su novia, lo hizo renacer. Él era el macho protector; ella, la hembra indefensa y sumisa. Virgen la quiso conservar para la boda y, aunque oportunidades tuvieron de consumar el hecho carnal, creía afrenta tan siguiera la provocación. Satisfacía él sus apetencias sexuales con una complaciente cocinera de la Universidad y no imaginaba semejante necesidad en su muñequita de Biscuit, por lo que se sorprendió alarmado el día que Rita le llevó la mano hasta su vulva, se introdujo en la vagina uno de los dedos de su novio, e inició ella misma el movimiento masturbatorio.

   ─Ya pronto nos vamos a casar ─dijo a manera de justificación cuando Camilo la miró interrogante.

 

 

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ENTRARAN HOY LOS ESTUDIANTES EN TERRITORIO DEL II FRENTE.

Proeza de los estudiantes de Secundaria en la travesía de Cruces

de los Baños a El Sur.

Joaquín Orama, enviado especial.

Periódico Granma, sábado 24 de septiembre de 1966. _______________________________________________________________

 

 

   Para su evaluación política, a Camilo no le era conveniente ir al aeropuerto a despedir a los padres cuando estos se fueran a ir del país, y así se lo hicieron saber en oportunas y frecuentes sugerencias desde los dirigentes ideológicos de la Universidad hasta sus suegros, mas convencido de su obligación filial, con la habilidad de un orfebre planificó una estratagema digna de un campeón mundial de ajedrez, a sabiendas de que ponía en juego su título como Médico Veterinario.

    ─La "tía" del otro edificio tiene una carta para ti  ─le dijo un día uno de los compañeros de dormitorio.

   Y en sugerentes sobres rosados siguieron llegando cartas para Camilo, primero equivocadamente, pero con toda intención, al edificio Dos de beca, y con posterioridad y con la dirección correcta a la recepción de su albergue.  

   ─Son de una amiga  ─dijo Camilo tratando de pronunciar la palabra "amiga" con una sospechosa falsa ingenuidad a todo el que le preguntó cuando ya era del dominio público lo de su abundante correspondencia.

   Dos meses después reconoció entre el círculo de sus más allegados que tenía otra novia, y con la habilidad entonces propia de un escritor de telenovelas brasileñas, inventó personajes, anécdota, trama y desarrollo de un supuesto romance, por lo que, cuando avisado secretamente por sus padres de que les había llegado la salida, nadie dudó del supuesto encuentro que se inventó con su amada durante dos días en un perdido motel de la provincia, obteniendo además así la complicidad de sus compañeros de aula para si Rita preguntaba por él, le confirmaran que estaba en una granja avícola por Cascajal haciendo un trabajo de curso.

   ─Allí no hay forma de avisarle ─le dijeron a la novia.

   ─Es que sus padres se van mañana ─insistió la muchacha.

    ─Él siempre ha dicho que no los despediría.

   Para solventar la situación en el aeropuerto necesitó también de habilidades especiales, esa vez de espía en misión secreta, pues debió permanecer oculto hasta que el chofer de Jarahueca contratado por sus padres bajara las maletas y se marchara; sólo entonces se puso las gafas oscuras y salió de su escondite un instante antes de que Gustavo Ramos y Nina Solís entraran  en la "pecera".

    ─Tendrás que perdonarnos lo que hicimos ─le pidió el padre.

    ─No nos dejes de querer ─le suplicó la madre.

    ─Adiós.

   Esa noche, Camilo tuvo que volver a pagar una exagerada tarifa en un auto particular de alquiler para regresar a Santa Clara. Aparentemente todo había salido bien. Sus compañeros no tendrían por qué pensar que él había venido a La Habana despedirse de los padres, pues le creían entre las piernas de su amada. No obstante, la duda y la incertidumbre le roían la tranquilidad, y pensó la conveniencia de algún otro elemento que hiciera aún más creíble su historia |sin que de momento se le ocurriera cuál podría ser, mas un hecho casual vino a darle el toque de genialidad que necesitaba su ardid.

   En Matanzas se detuvieron somnolientos a tomar café en un establecimiento abierto por la madrugada, y cuál no sería la sorpresa de Camilo al encontrarse a Mercedes, la ex matrona del prostíbulo de Cárdenas, sentada detrás de la contadora del lugar.

    ─ ¡Mi niño!  ─exclamó esta con alegría y lo abrazó para darle un beso en la mejilla.

 ─ ¡Mercedes!

   Estuvieron conversando hasta el momento de reiniciar la marcha y fue entonces cuando la mujer le señaló:

    ─Te manché la camisa de creyón  ─sonrió con picardía y agregó─: ¿Qué va a pensar tu novia?

    Camilo trataba de verse la marca cuando oyó el último comentario y ello fue suficiente para que le brillara la idea. Se zafó el primer botón de la camisa, se dejó un hombro fuera y le pidió a Mercedes que le diera una mordida allí que le dejara marcados los dientes.

   Sorprendida la mujer ante tal petición, no sabía qué hacer y miró interrogante a Camilo.

   ─Por favor ─suplicó este como respuesta.

   Mercedes se encogió de hombros, acercó su boca hasta donde el muchacho le indicaba y clavó allí con tanta fuerza su dentadura que le dejó incrustado en la piel polvo de oro de uno de sus colmillos.

   Después del gesto de dolor, Camilo le sonrió mientras se abotonaba de nuevo la camisa.

    ─Gracias.

   Fue a correr hasta el auto en que viajaba, pero se detuvo de nuevo delante de la mujer, le dio otro beso de despedida y le dijo:

    ─Eres un ángel.

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EL SUR, Sierra Maestra.- "Estamos viendo en los jóvenes a los seguidores más fieles, a los cuales podemos entregarles con toda confianza nuestra bandera de victoria", dijo ayer el Comandante Raúl Castro al vencer ayer otra etapa de la marcha hacia el Segundo Frente "Frank País".

               Joaquín Orama, enviado especial.           

               Periódico Granma, sábado 24 de septiembre de 1966.

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   La boda se celebraría inmediatamente después de la graduación. Liz Baliño se ocupó del ajuar y de todos los preparativos de la fiesta. La Luna de Miel sería en Varadero y para los futuros esposos se acondicionó especialmente uno de los cuartos del chalet de la Doble Vía. A causa del racionamiento en el país, el bufete que le correspondía por la asignación para bodas no era suficiente para el número de invitados con los que los padres de Rita estaban comprometidos, y tanto uno como el otro se tuvieron que valer de sus relaciones de amistad o funciones públicas y políticas para agenciar otros dos pasteles de boda, panecillos para bocaditos, pasteles de carne y de dulce, cajas de cervezas, botellas de buen ron, un cerdo, dos carneros y dulces finos variados, así como platos de cartón, servilletas de papel y vasos plásticos en número igual al de los participantes previstos para el festejo.

   ─Debemos resolver una buena cartulina para las invitaciones.    

    ─El vestido de novia hay que ir a alquilarlo a La Habana.

   Siempre que Rita o Camilo quisieron intervenir en algún asunto relacionado con su boda, los padres de la muchacha les indicaban que ellos solamente tenían que ocuparse de estudiar para los últimos exámenes de sus respectivas carreras, y prometían seguir ocupándose de todo. Camilo añoraba que a su graduación como veterinario lo ubicaran en alguna de las cooperativas que se creaban por la zona, y que él y Rita vinieran a residir a la casa donde estuvo el hogar de su infancia, por lo que antes de terminar en la Universidad decidió realizar el postergado viaje a Jarahueca para entrar en la que fue la vivienda de sus padres, pero cuál no sería su sorpresa al encontrarse viviendo allí a dos familias extrañas.

   ─El Estado nos la entregó ─le dijo con cara de pocos amigos el jefe de uno de aquello núcleos.

   Después de indagar en las oficinas de la O.R.I., de la Reforma Urbana y hasta en la jefatura de la Milicia, fue en el despacho del oficial del MININT que atendía Emigración en el municipio donde supo la verdad.

   ─Tus padres presentaron un documento firmado por ti en el que renunciabas a tus derechos sobre la vivienda y los bienes que en ella hubiera[2].

   Camilo  decidió  no  regresar  por  Jarahueca.  Se sintió traicionado,  pero no quiso,  con su presencia allí, exponer a sus padres al juicio de tantos que en aquel pueblo les querían bien. Fue para la salida de Yaguajay y esperó por un transporte que lo llevara hasta Caibarién, puerto de mar donde pensaba tomar una guagua que le regresara a Santa Clara, pero como los pocos carros que pasaban no paraban o no llegaban hasta su destino, se le hizo tarde y perdió la última salida de ómnibus de ese día, por lo que debió hacer noche en aquel pueblo. Sin sueño ni deseos de  encontrarse con nadie, decidió no buscar hotel y se fue a deambular por la penumbra de las desiertas calles de media noche. Sin rumbo definido, el terral lo fue llevando hasta una de las callejuelas que desembocaban junto a la costa y ya en ella, caminó alejándose de las tímidas bombillas que se bamboleaban al viento en los portales de las rústicas casas de madera.

   La salobre humedad, el penetrante olor a pescado podrido y el ronroneo de las olas batiendo incansablemente cerca de sus pies, le fueron ablandando la aparente fuerza de su postura y dos lágrimas se asomaron impúdicas a sus mejillas. Extrajo un cigarro y se lo llevó a los labios para tratar de ahogar con humo el temblor que sentía en el pecho, pero lija de mala calidad le impidió encender los fósforos, y aquella nueva impotencia vino a completar su frustración. Sobre el tronco de un cocotero en el suelo, se derrumbó y, allí, en medio de la aparente soledad de la noche, sin bajar la cabeza ni dejar de mirar las estrellas a lontananza, comenzó a sollozar.

    ─¡Alto ahí!

   Era la Milicia, y preso se lo llevaron bajo la sospecha de tratar de salir ilegalmente del país. Negado a dar explicaciones, fue inmune a los interrogatorios y amenazas de simples pescadores convertidos por obra y gracia de una guardia nocturna en soldados de la dignidad patria. Lo encerraron en un calabozo y, para sorpresa de todos y de sí mismo, se durmió agotado por un día de tanta actividad y emociones.

 

 

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HACEN ALTO SEGUIDORES DEL II FRENTE "FRANK PAÍS" EN LOS MANGOS DE BARAGUÁ.

El Comandante Abelardo Colomé (Fury), al hacer la clausura del acto, dio la bienvenida a las columnas en nombre de los oficiales, clases y soldados del Primer Ejército de Oriente.

                Joaquín Oramas, enviado especial.

                Periódico Granma, lunes 26 de septiembre de 1966.

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   Al otro día, y ya delante de un investigador profesional, Camilo se percató de que era poco lo que tenía para explicar. Habló de la Universidad y mencionó al oficial de Emigración de Yaguajay, pero no fue hasta la mañana siguiente, que su suegro vino a buscarlo en compañía de un dirigente del MININT en la provincia, que lo pusieron en libertad.

    ─No estamos en época ni de cazar cangrejos ─le dijo riéndose el amigo de su suegro durante el viaje de regreso a Santa Clara.

   Un mes después, doscientos setenta y seis jóvenes, provistos cada uno de una mochila que contenía hamaca, nailon y otro uniforme de miliciano, así como alguna ropa interior y pertenencias para el aseo personal, partieron a las tres de la tarde de la explanada frente al rectorado de la Universidad Central de Las Villas, y hasta otra explanada, frente a otro rectorado de otra universidad, la de Oriente, fue el viaje. Habían vencido sus estudios e iban a graduarse en la primera promoción íntegra de la Revolución. Los gallos cantaban en la serranía en la que se asentaba la heroica ciudad, y por el este, como la madrugada en que Fidel partió para asaltar el Cuartel Moncada, el sol se hacía anunciar con un resplandor que comenzaba  a quebrar  la oscuridad,  pero no era la derrota y la muerte quienes esperaban esta vez: eran la vida, la esperanza y el futuro. Ya los habaneros habían partido y los orientales lo harían inmediatamente después que los villaclareños salieran. La parada fue sólo para cambiar el cansancio de doce horas hacia los camiones que ahora les transportarían.

   Bordeando el mar y con la Sierra Maestra por el otro costado, Camilo y Rita, y sus compañeros de estudios vieron amanecer, sintieron el calor de las primeras horas de la mañana, y cuando ya clamaban por agua, los vehículos se detuvieron y se dio la orden de descender de ellos. A partir de ese momento dependerían de sus piernas para la travesía que durante dos semanas iban a realizar.

   De Oro del Macío a San Lorenzo, el primer campamento, las primeras ampollas y el orgullo de haber vencido a La Anita, a Paraná y al empinado Tártaro. Para suerte de Rita, Camilo descubrió que la mochila de su novia sobre el pecho, le hacía contrapeso a la que cargaba en la espalda y se les facilitaba el andar. Después fueron Cruce de los Baños, El Sur y Gimbambay.

 ¡Gimbambay!

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AZOTADOS POR FUERTE AGUACERO LOS INTEGRANTES DE LA MARCHA DEL II FRENTE EN LA ZONA DE GIMBAMBAY.

                Periódico Granma, lunes 26 de septiembre de 1966.

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   Esa noche, secándose la ropa sobre el cuerpo junto a una de las tantas fogatas que hubo que encender en las partes altas del campamento, Rita recostó llorosa su cabeza sobre el pecho de Camilo, y este, acariciándola con una inevitable mano enfangada, la consoló y le dijo:

    ─Te quiero. Te quiero mucho, Rita.

   Y precisamente por la burla de sus compañeros ante tal escena de amor en aquellas inapropiadas circunstancias, fue que Raúl Castro, quien pasaba por entre los jóvenes impartiendo ánimo, supo de la proximidad de la boda de la pareja.

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El amanecer siguiente hizo descender sobre caminantes y fango un sol esplendoroso. Belleza para las pupilas, sadismo para los pies. Porque cuando la civilización fracasa, triunfa la prehistoria: son los pies, uno por uno, enfangados y resbalosos, los que pasan por donde no pueden los neumáticos de los más modernos camiones.

MUÑOZ‑UNSAIN. Segundo Frente ocho años después. Revista Cuba #10. Octubre de 1966.

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   Sin embargo, a media mañana hubo un alto imprevisto en la caminata, y en camiones se les desvió de la ruta.

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ENCUENTRO DE FIDEL Y ESTUDIANTES DE LA MARCHA DEL II FRENTE.

PILOTO DEL MEDIO.‑ Los primeros en llegar junto a Fidel fueron los estudiantes de la Columna Abel Santamaría de la provincia de Las Villas..."Los de agronomía y veterinaria  dijo Fidel  que me acompañen para explicarles el plan de siembras en esta zona".

A las 12 del día, Fidel terminó su recorrido entre los miembros de las columnas. Estos fueron trasladados en camiones hasta el lugar donde habían sido desviados de la ruta del Segundo Frente. El propio comandante Raúl Castro hizo la distribución y organización de la salida de las columnas.

De allí siguieron caminando organizadamente hasta este campamento de Piloto del Medio, donde Raúl estableció su primer campamento en territorio del Segundo Frente.

             Joaquín Oramas, enviado especial.

             Periódico Granma, martes 27 de septiembre de 1966.

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"Estoy completamente seguro de que este recorrido será para ustedes muy útil y será un recorrido que les enseñará mucho, y será un recorrido inolvidable.

Yo, por mi parte, pienso que esa foto de la Columna comiendo melones alrededor de nuestra pequeña parcela experimental aquí será una fotografía histórica, la de esta Columna que a su paso por aquí probó los melones.

Espero que hayan visto como toda la población en todas partes, mujeres, niños, ancianos, milicianos, trabajadores de todo tipo, se han esmerado por atenderlos. Ellos tienen conciencia de lo que ustedes significan y de lo que ustedes valen para el país. Ahora sólo falta que ustedes también sepan tener conciencia de lo que ellos significan y ellos valen para el país.

¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!".

(De las palabras pronunciadas por el Comandante Fidel Castro, Primer Ministro del Gobierno Revolucionario y Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, al encontrarse con los integrantes de la marcha al Segundo Frente "Frank País" en los Pinares de Mayarí el 26 de septiembre de 1966.

Departamento de Versiones Taquigráficas del Gobierno Revolucionario).

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   Pinares de Mayarí resultó un sitio paradisiaco. Contrario a la noche anterior, el cielo en desagravio les regaló un firmamento limpio y estrellado. Para amarrar las hamacas tuvieron, no los improvisados parales de campamentos anteriores, sino los troncos de cientos de pinos que perfumaban el ambiente con su resina. A sus pies, una vista panorámica de la amplia llanura oriental en la que, como espejo de las estrellas, titilaban diferentes poblados. Para que nada les faltara, Ana Leonor, una de las compañeras de Rita, se puso a cantar boleros cerca de ellos, pero a pesar de todas estas condiciones, no fue noche para el romanticismo.

   Marcos Antonio Abreu, el presidente de la FEU de la Universidad Central, se acercó dando voces. Cuando al fin los localizó entre tantas sinuosidades del terreno, tantos árboles y tantas mochilas en el suelo, se les paró delante y les dijo:

    ─Vamos conmigo. Raúl y Vilma quieren hablar con ustedes.

 

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EL HURACÁN AVANZA SOBRE CUBA

Alojados en Mayarí Arriba los 1,200 estudiantes seguidores del II Frente.

             Periódico Granma, viernes 30 de septiembre de 1966.

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  Esta vez, más que la lluvia misma, los vientos y la amenaza de algún posible desastre mayor hicieron modificar muchas de las actividades programadas para los festejos de graduación, pero ahora estaban a buen resguardo, y los juegos de mesa, las mismas anécdotas repetidas una y otra vez y las bromas de todos los días, les ayudaron a vencer el tedio del encierro.

    ─A tu mamá no le va a gustar.

    ─Ni a mí tampoco  ─dijo Rita─,  pero... ¿podemos decir que no?

    ꟷ¡Claro que no!

    ꟷ¿Entonces…?

    ꟷLa ceremonia será en el mismo acto de graduación

 

 

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RESUMIÓ RAÚL CASTRO ACTO DE GRADUACIÓN DE ESTUDIANTES DE LA MARCHA II FRENTE.

La primera veterinaria graduada en la Universidad de Las Villas, Iris Sánchez, recibió el documento a nombre de los demás veterinarios.

"Ni ciclones ni piratas podrán detener la marcha de la Revolución", dijo Raúl en Mayarí. "Debíamos, con ciclón o sin ciclón, hacer la graduación y aquí estamos llevándola a cabo a pesar del ciclón".

                Joaquín Oramas, enviado especial.

                Periódico Granma, domingo 2 de octubre de 1966.

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    ─Felicidades, Camilo.

    ─ ¡Qué sean muy felices!

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Las sierras, efectivamente, provocaron lunas de miel: durante la marcha, dos parejas decidieron casarse y lo hicieron en La Mícara, ante mil quinientos testigos reunidos en el comedor del albergue. Los cuatro contrayentes eran graduados universitarios. Con excepción de ellos cuatro, el resto emprendió regreso al día siguiente en una larga caravana de ómnibus.

MUÑOZ‑UNSASIN. Segundo Frente ocho años después. Revista Cuba # 10. Octubre de 1966.

 

 

 



[1] "A principio de la segunda quincena del mes de septiembre próximo, los compañeros que se gradúan en el actual curso académico 1965‑1966, en unión de los Observadores Ejemplares al 4to. CLAE, tendrán el doble honor de poder realizar el histórico recorrido que durante la lucha armada contra la tiranía hicieron el Comandante Raúl Castro Ruz y un puñado de heroicos combatientes, para abrir el Segundo Frente Oriental Frank País, y de ser acompañados, más bien dirigidos, en la reedición de esta gloriosa página de nuestra historia, por el propio Comandante del Segundo Frente, compañero Raúl Castro".

(Tomado del Documento con las recomendaciones del SEDER a los  compañeros graduados).

 

 

[2] Unos años más tarde, este sujeto fue acusado y sancionado por haber utilizado su cargo en la obtención de beneficios personales, por lo que no es de dudar que los padres de Camilo lo sobornaran para que aceptara como  válido un documento falso.

 

sábado, 20 de marzo de 2021

cuarto capítulo

CAPÍTULO CUATRO. 

 

   Desde el siglo XIX, Santa Clara luchó por ser ciudad  universitaria al menos para que Gustavo Ramos Solis Gustavo pudiera anhelar  entrar en el alto centro docente con la misma intensidad conque en Jarahueca había odiado al hermano.

     Allí coincidió nuevamente con Camilo.

     De niño, Camilo trató de ganar su afecto, pero el cariño, la admiración y la sumisión que le mostraba, lejos de agradarle, aumentaba en Gustavo el aborrecimiento por su hermano, y como un volcán que por años acumula lava ardiente para en cualquier momento entrar en erupción, un día Gustavo no pudo más y en medio de una crisis de llanto por la impotencia ante la impasibilidad y complicidad tácita de Camilo, exteriorizó sus sentimientos.

    ─¡Lo odio, mamá! ¡Lo odio!

   Fue la ocasión en que ponía de tal forma una de las puntas del alambre que cerraba las cuatro patas de la silla debajo del asiento para que a Camilo se le rompiera el pantalón cuando se sentara, y este se le acercó sigiloso para advertirle.

    ─Cuidado que mamá viene.

   Nina Solís se asustó de la relación de afecto malsano que emanaba de su hijo mayor, y en ese momento comprendió cuán lejos estaba la idea de solidaridad y hermandad que creía haber fomentado entre sus hijos. Como lady Mabet hubiera necesitado frotarse los brazos para eliminar la sangre que los manchaba, pues si desnuda ante un espejo podía ver la fealdad que se insinuaba en la flacidez de sus carnes, delante de cualquiera de sus hijos, la culpabilidad se le dibujaba nítidamente en la conciencia. Gustavo era el dueño, el propietario, el amo; Camilo, el obrero asalariado que debía venderse en sumisión para obtener una mísera porción de afecto que le permitiera sobrevivir; y ante el llanto de su primogénito, el querido, Nina Solís hubiera deseado que fuera para Camilo la invitación que Lolita le había hecho a Gustavo para irse a estudiar a Santa Clara a un buen colegio; pero era que, decepcionado por el nacimiento de las trillizas en una familia que solo había daba varones, su cuñado siempre tuvo una especial predilección por este primer sobrino poítico.

      Nina Solís, alertada por el pastor de Yaguajay, sólo puso un requisito que a la larga le trajo grandes conflictos existenciales a su hijo.

    ─No puede ir a un colegio católico.

   Y como en Santa Clara, el colegio de mayor reputación y al que iban los muchachos de la más alta burguesía de la ciudad, era el de los Hermanos Maristas, Gustavo siempre cargó con el bochorno de tener que estudiar en una insignificante academia laica. Para llevar con honor su fatalidad, tomó como suya la causa que le impedía ser condiscípulo de sus amigos, y aunque en el fondo de su corazón odiaba el presbiterianismo, aparentó ser un ferviente hermano de la fe hasta que al graduarse de bachiler y tener la posibilidad de matricular en la Universidad el siguiente curso e igualarse a sus compañeros del Tenis Club, del Ten Cent y el parque Vidal, hizo ochocientos veinticinco barquitos de papel, uno con cada una de las páginas de su Biblia, y, después de una noche de farra, desde el Puente de la Cruz, los echó a navegar de madrugada en las pestilentes aguas del río Cubanicay.

    La intención de Eduardo Casañas de traer a su lado al sobrino político, era el de adoptarlo legalmente para que heredera, además de parte del capital familiar, la misión de perpetuar, en un vástago masculino habido en matrimonio cristiano, el apellido que se le otorgaría, pero fue el fingimiento de su amor al protestantismo lo que vino a impedir tales propósitos, pues conocedora la madre de Eduardo Casañas de las intenciones del hijo, se opuso rotundamente a que los destinos de la familia quedaran en los testículos reproducto­res de un sujeto que no era católico ni apostólico ni mucho menos romano, y si bien condicionó su autorización a un cambio en la fe de Gustavo, cuando supo lo que este había hecho con el libro donde aparecía la palabra de Dios, estuvo convencida de que ya Satanás lo había adoptado. Por temor a lo que su hijo pudiera hacer con los bienes de su propiedad después de muerta ella, los testó a la Orden de las Hermanas Ursulinas poniendo aparente punto final al asunto.

   De no ser porque el Gobierno Revolucionario comenzó a intervenir fincas y negocios, este testamento se hubiera hecho efectivo con prontitud, pues doña Consuelo pasó a mejor vida de manera repentina. Su muerte ocurrió el día en que Gustavo fue a matricular en la Universidad la carrera de Ingeniería Eléctrica.

    ─Estuve hablando con ella cuando regresé  ─dijo después, pero teniendo a bien no especificar el tema de la última conversación que sostuvo con la difunta.

   Ya la familia había decidido abandonar el país y marcharse a los Estados Unidos de Norteamérica a donde estaban dirigiéndose muchas de sus amistades. Después de almuerzo, Eduardo Casañas, Lolita y las trillizas salieron para una entrevista con el abogado que se ocupaba de los que ya comenzaban a tornarse complicados trámites de viaje. Gustavo había declinado la invitación para irse con ellos, pues aunque la mayoría de los jóvenes de la alta sociedad santaclareña se marchaban de Cuba huyéndoles a los augurios de comunismo, él estaba dispuesto a soportar cualquier desgracia, ya fuera escasez, represión, pérdida de libertades individuales o trabajos forzados con tal de disfrutar su anhelada condición de estudiante universitario. Estaba cansado de permanecer en una escala inferior a la de sus amigos por la maldita circunstancia de no haber podido estudiar en el colegio al que iban los hijos de bien de Santa Clara. Iría a la Universidad aunque fuera para compartir con uno solo de los exalumnos de los Maristas. Ya ese día se había matriculado y, si bien era cierto que no pasó desapercibido para él la cantidad de negros y gente humilde que se encontraba en la cola de la Secre­taría Universitaria, estaba feliz y se fue con los amigos a  celebrar el acontecimiento en los portales del Picking Kitchen. Y cuando llegó a la casa se sentía un poco mareado.

   Doña Consuelo estaba sola  y   dormitaba en una comadrita en la sala la modorra del almuerzo.

     ─Vieja, me importa un comino su dinero ─le dijo Gustavo a la anciana cuando después de abrir la puerta vio a esta presignándose y la oyó mascullar un "apártate de mí, Satanás".

    ─Ni dinero ni apellido.

   Gustavo se le rió en la cara ante el destello de orgulloso abolengo conque lo trataba y le recordó que dinero ya le quedaba bien poco, pues Fidel se lo había quitado interviniéndole las fincas y las peleterías, y que su apellido, ante la imposibilidad de sus varones de perpetuarlo, valía bien poco y que por eso lo querían comprara él como toro padre, porque él era Ramos, estirpe de criollos probada en varones y hembras, pero de buena raza, no como los flojos de sus incapaces hijos de fecundar ni a la más fértil de las mujeres, ni como las prostitutas de sus nietas, y primas de él, que gustaban de acostarse las tres con el novio de turno de alguna de ellas. Que su semen era de calidad concentrada, y para demostrárselo, semiebrio por la celebración, se abrió la portañuela, se extrajo el pene y se masturbó en presencia de doña Consuelo, coincidiendo el primer flujo eyaculatorio de Gustavo con el último estertor de la anciana.

} SE DETIENE EL CAPÍTULO.

Luis entró de prisa en el local. Cruzó el pasillo y se  detuvo bajo la arcada al final de este; aprovechó la parada para acomodarse en el hombro la correa del bolso en el que cargaba libros y manuscritos, mientras que con la mirada buscaba por las mesas colocadas en los portales interiores del establecimiento y entre los tiestos de plantas ornamentales de su patio central. Hacia el fondo y cerca de la  fuente empotrada en la pared se encontraba la persona con  quien debía verse. Esta ocupaba una de las dos butacas junto a una de las tantas mesas de hierro forjado en filigranas. Hacia allí se dirigió a grandes zancadas.  

    ─Perdóname la tardanza.

    ─No importa.

   Luis acomodó el bolso sobre la mesa y se sentó en la otra  butaca de hierro.

    ─¿Ya pediste?

    ─No.

    ─Para mí un té.

   En un lenguaje gestual propia de aquel sitio se hizo el  pedido sin necesidad de que el dependiente se les acercara. Mientras se esperaba que les sirvieran, sacó una caja de cigarros.

    ─No sabía que fumabas. 

    ─Sólo lo hago cuando estoy nervioso.

      ─¿Qué te ocurre? 

     ─Estoy en desacuerdo absoluto con lo que acabas de  escribir. No creo que pueda permitírtelo. Acusas a mi hermano  de una monstruosidad y tú no tienes...

  Camilo cortó su discurso cuando vio al camarero que se  acercaba con el pedido. Luis esperó pacientemente, y si bien su amigo y protagonista de esta novela había comenzado a expresarse con mucha decisión, después de aquel paréntesis, no sabía cómo continuar.

    ─Decías que yo no tenía, ¿qué?

    ─Pruebas. La forma en que narras la muerte de doña Consuelo es pura fantasía.

    ─Una novela es siempre fantasía.

    ─Pero en Brizna al viento partes de hechos reales. ¡Mi  vida!

    ─En una novela siempre se parte de hechos reales.

    ─Mira, Luis, vamos a entendernos. Nada de lo que escribiste que ocurrió esa tarde en casa de tío Eduardo es cierto.

    ─¿Por qué estás tan seguro?

   Camilo quedó perplejo ante la pregunta del escritor y sólo  pudo mascullar un "porque sí" motivado por afectividad y no como conclusión de un proceso intelectivo.

    ─¿Alguna vez leíste el informe de la necrosis?

    ─Infarto cardiaco.

    ─No. No me refiero al certificado de defunción, sino al informe detallado de la autopsia.

    ─No.

    ─En él se especifica un detalle que me permitió, más que  imaginar, deducir lo que ocurrió aquel mediodía.

    ─¿Cuál?

    ─Restos de semen en el conducto auditivo del oído derecho.

    ─Eso nunca se dijo.

    ─Porque nunca la familia lo supo.

   Camilo, sorprendido y asustado, no supo qué decir. Tomó un  sorbo de café y encendió otro cigarro. Luis esperó porque la  primera bocanada de humo se disipara en la atmósfera para  volver a la carga. Más que analizar la credibilidad de Camilo  de lo escrito hasta ese momento, le interesaba la opinión de su personaje con respecto a acontecimientos que se pre­sentarán a posteriori en la novela y por ello le lanzó una nueva pregunta.

    ─¿Por qué botaron a Gustavo de la Universidad?

   Camilo bajó la cabeza y a tientas buscó la caja de cigarro sobre la mesa. Extrajo uno sin percatarse de que tenía otro  consumiéndose en el cenicero. Como para encenderlo tuvo que  levantar la cabeza, se encontró con la mirada interrogante de Luis.

─Yo tuve la culpa. De cierta manera, quiero decir.  Digamos más bien que de manera indirecta fui quien motivo su  "depuración de las filas del estudiantado universitario", que así es como se decía.  Gustavo llegó a la Universidad cuando ya se había consolidado el matiz revolucionario que tendría ese centro de estudios y, a pesar de que a él le gustaba destacarse y sobresalir, comprendió que debía mantenerse lo más diluido posible dentro de las masas para poder culminar sus estudios como ingeniero eléctrico. En aquellos momentos el slogan era "No para tres": contrarrevolucionarios, religiosos ni  homosexuales. Gustavo no era nada de esto, pero a la vez un  poco de todo. Quizás de homosexual fuera de lo único que no  tenía, pero de todas formas era un depravado sexual. Es precisamente mi llegada a la Universidad como héroe de la Alfabetización lo que, para su infortunio, lo saca del anonimato en que se mantenía.  Y mira si su deseo de graduarse era grande, que se atrevió a presentarse en el teatro el día que se analizaría su depuración y estoicamente oyó todas las acusaciones y ofensas que se le hicieron y hasta trató de defenderse y rebatirlas. Cuando alguien recibía una citación para una de estas asambleas públicas en el teatro, sencillamente acataba de antemano la decisión que se tomaría y, para evitarse el mal rato y las represalias físicas a las que a veces se recurría, no se presentaba. Pero si en Gustavo existía la percepción global de las circunstancias ambientales, en sus compañeros, y esto debían estudiarlos los psicólogos, porque ahora, hablando de esto, me viene a la mente que quizás lo que te voy a decir, esté en alguna medida determinado por adiestramientos diferentes a que se someten quienes van a explotar y quienes serán explotados; el caso es que sus compañeros tenían un receptor muy fino para lo singular, para los matices individuales, para las sutilezas... y nunca le creyeron que fuera revolucionario. Gustavo tampoco consideró que debía aparentarlo con hechos, y ese fue su error, porque estoy seguro de que si se lo hubiera propuesto, lo hubiera logrado. Mira, a medida que voy haciendo estas valoraciones, me van surgiendo ideas sobre asuntos en que nunca me había detenido a pensar. Apariencia y sinceridad. Si tú tuvieras que asociar estas dos categorías filosóficas, ¿con qué clase social vincularías a cada una? La burguesía  es  pura  apariencia,  y ese fue el medio en que se desenvolvió Gustavo. En  Jarahueca,   dadas la  situación  económica  de mi familia y las ideas acartonadas de mamá, motivaron el aislamiento de  nuestra  crianza, y Gustavo se creyó un niño superior ;  después,  en  Santa  Clara, compartió socialmente con la  más alta y rancia  burguesía  provinciana. Mi caso es distinto. Yo tenía otra manera de ser y fui un hijo segundo. La  influencia de la ubicación dentro del orden de los hijos ha sido estudiada por la Psicología, la Sociología y la Historia. ¡Hasta la Veterinaria! En los mamíferos mismos,   los primeros en nacer tienen asegurada su mama, mientras que los últimos corren el riesgo de quedarse sin fuente de alimentación y, por lo tanto, perecer. En el Feudalismo, el primogénito heredaba títulos y riquezas, mientras que al segundo sólo le daban dos opciones: la Iglesia, y por eso el clero es tan enrevesado, o el fratricidio. Si hiciéramos un equiparamiento de la sociedad dividida en clases con un hogar, el primer hijo será la clase propietaria de los medios de producción, quienes adquieren cariño y bienes materiales. Cuando una mujer sale  embarazada por primera vez, se dice: "va a tener un hijo", cuando se fecunda  por   segunda vez,  ese hijo que ya tuvo "va a tener un hermanito". Como ves, la connotación es totalmente diferente en cada caso. El primer varón recibe el nombre del padre; el segundo, el del abuelo materno o de un pobre tío que tampoco recibió la primacía apelativa. La canastilla se compra para el primero, y el segundo la usa de nuevo, porque las razones de que prácticamente quedó intacta y de que no es necesario otro gasto, tienen suficiente peso. La ropa y los zapatos se le compran al primogénito, y cuando estos se le quedan, los hereda el segundo; y así sucede con los libros, los juguetes, la bicicleta... Fui, lo que se puede decir, un niño pobretón, al que le dieron solo limosnas. Durante mi adolescencia, Jazmín me enseñó mucho, y no sólo Jazmín, Mercedes, que en definitiva era otra pobre infeliz en manos de los chulos, los policías y los políticos, aunque para su suerte, a veces estas tres categorías se unían en una sola persona; las demás mujeres de la casa y también Totó. Totó es otro caso; tenía el agravante de ser homosexual, pero no voy a hablar de eso, porque me voy a desviar del tema más de lo debido. Se suponía que yo, por mi condición de alumno de La Progresiva, tuviera como referencia al grupo social al que pertenecía, pero es que el sentimiento que se despertó en mi por Jazmín, hizo que me identificara con uno de los mundos más explotados y golpeados de la sociedad prerrevolucionaria: el de las prostitutas, y de cierta forma me hice partícipe de la injusticia que se cometía con ellas, y aquella sociedad también a mí me pisoteó y vilipendió a su gusto. Después fue el Escambray: Pedro, Ernestina, los muchachos. Si en el prostíbulo de Cárdenas vi la cara afectiva de la injusticia, aquí viví su aspecto material: las condiciones casi infrahumanas en que el campesinado cubano luchaba para lograr la supervivencia, y eso que esa familia no era de las peores; tuvieron quienes les arrendara un pedazo de tierra, no vivían en casa de yagua por los caminos vecinales ni se morían de hambre, pero allí no había ni las más elementales condiciones que la civilización les permitía. No había luz eléctrica ni agua corriente, se convivía con los animales y se andaba con el fango al tobillo. Los ideales que pregona la Revolución en aquellos primeros momentos, llegaron a mí en una etapa de consolidación formativa. Ya prácticamente dejaba de ser un adolescente y comenzaba mi adultez, y las dudas existenciales y sociales que pude haber integrado a mi personalidad, encuentran luz en los principios de justicia, igualdad y solidaridad en que se basaría nuestro país, sin dejar de mencionar, porque no sería sincero, el atrayente matiz épico que tuvieron los barbudos del Ejército Rebelde, la fuerza y el heroísmo de los dirigentes y el optimismo y la fe del pueblo cubano que necesariamente van a influir de manera positiva en un muchacho romántico y soñador como era, y todavía soy. Fui terreno fértil para que germinara en mí una total, plena y profunda identificación con la Revolución. Eso sin dejar de valorar el papel de héroe que tuve que jugar. No olvides que fui capturado por un banda de bandidos, que me escapé y, aunque no pude brindar información alguna de interés militar, el que días después se liquidara a la mayoría de los miembros de ese grupo y se capturara al resto en una sonada escaramuza bélica, hizo que se agrandara el pobre papel que en realidad desempeñé en ello, pero mi ejemplo hablaba de las condiciones revolucionarias de los jóvenes de un sector que no había tenido muchas oportunidades de probar en esos tiempos que se vivían, su compromiso con la Revolución: los estudiantes universitarios, y precisamente de la universidad más reaccionaria de las existentes en el país en aquel momento: la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, y aunque nunca fue una política explícita, yo comprendí lo que de mí se esperaba, y si con ello contribuía al fortalecimiento del proceso de justicia que se instauraba, estuve, aún en contra de mi propia naturaleza, dispuesto a dejarme convertir en el ejemplo de heroicidad del estudiantado cubano. Creí con ello reivindicar a los hijos segundos de todos los tiempos, a las jóvenes obligadas a servir de carne de placer en las diferentes latitudes del mundo, a los eunucos habidos y por haber usados como guardianes de serrallos y harenes, a los homosexuales botapalanganas de prostíbulos y a mi triste y maltrecho amor de adolescente. Yo, dentro de la Revolución, como ves, fui como monja de leprosorio, pues mi amor al prójimo, traducido en el deseo de luchar por un mundo mejor, estuvo incentivado por lo más execrable y pestilente de la Humanidad. Ello, y el sacrificio que siendo introvertido tuve que hacer para mostrarme como héroe, fue lo que verdaderamente le dio un caracter de heroicidad a mi conducta. En el acto de inicio de curso se me entregó el carné de militante de la Unión de Jóvenes Comunistas e inmediatamente se me asignaron cargos y responsabilidades en la FEU. Me veo obligado a discursar con frecuencia en actos y mítines, combato lo mal hecho, voy a trabajos voluntarios a la agricultura, me incorporo a la Milicia, hago guardias, soy ejemplo de integridad y para ello practico deportes y canto en la coral universitaria, mi aula, mi escuela y mi facultad son ganadoras frecuentes de la Emulación Socialista, soy miembro de comisiones, grupos y brigadas de las más disímiles funciones, desde las de recibir al embajador de China y a su esposa en el Rectorado, hasta aprender a manejar extinguidores de incendio, amén de lo más importante: aprobar con buenas notas los exámenes. Ahora bien, que mi conducta fuera meritoria, no hubiera tenido ninguna repercusión en la vida de Gustavo si no hubiera sido, porque sirvió de comparación demostrando lo endeble de su fingida identificación con la Revolución. A pesar de la apatía de su conducta y el oportunismo de su comportamiento, Gustavo creyó que le bastaba aparentar estar adaptado al proceso revolucionario y no condimentó su conducta ni con una pizca de falsa veracidad ni engañó con un poco de sinceridad con la que, por su habilidad, hubiera convencido. Ese fue su fallo.Y por eso fue expulsado de la universidad.